Capítulo VI: La Gaya Ciencia

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“Dios ha muerto, está muerto, y nosotros lo hemos matado.”

Esta cita aparece por primera vez en el aforismo 125 de La Gaia Ciencia o la Ciencia Alegre. Escrito de mano de Friedrich Nietzsche, y también se vuelve a retomar en su celebre obra: Así habló Zaratustra. Para Nietzsche la muerte de Dios no significa un anotecimiento de celebración, de hecho es el evento más trágico de la historia humana. Y no se equivoca, porque la muerte de Dios significa en su totalidad la pérdida de fundamento, ese fundamento que le daba sentido a la religión, a la moral, al arte, la metafísica y a los valores de occidente. Con Dios muerto nada volverá a ser lo mismo, es un evento trágico que sacude a la realidad desde sus cimientos. Por ello se pregunta:

“¿Cómo lo hemos hecho? ¿cómo hemos podido bebernos el mar? ¿quién nos dió la esponja para borrar el horizonte? ¿qué hemos hecho cuando soltamos la cadena que unía esta tierra con el sol?”

Hoy, en aquel mundo que se reforma, se hunde poco a poco mientras las autoridades no hacen nada al respecto y la sociedad se pierde en una indetenible decadencia de valores. Pero aún surge una esperanza, y esta esperanza es la llegada del humano capaz de reformar y construir nuevos valores. Aunque no se trata esta vez no hablábamos del superhombre. Sino, más bien, a la afirmación a la vida, ser decididos para decirle SI a la vida, decir SI a todo, incluso a lo que nos destruye.

—“Nonna, estoy saliendo del aeropuerto de Las Nueve Copas, pronto perderé la comunicación de la señal, así que solo quiero que me hagas un favor, dile a Diana que si llega a saber de mi, no me busque, yo regresaré, pero quiero que ella esté en paz... La amo demasiado como para perderla en esta misión. Gracias, hablamos luego...”— decía el mensaje de voz, el mensaje se volvió a repetir mientras una chica hacía abdominales y flexiones hasta el fallo muscular. Se notaba que su físico estaba bien trabajado, dio un salto y se levantó. Vio la grabadora y de ahí tomó su teléfono para marcar un número de teléfono.

Podías distinguir que estaba frustrada, algo enojada, pero, eso escondía era una gran melancolía, con tal vez un pequeño rastro de tristeza, mientras más volvía a marcar al número más apretaba la mano que tenía libre. Indicaba que eso de verdad le molestaba, quién no estaría enojado tras que la persona que más confiabas te deja en la nada y su única justificación es una carta explicando que plan vas a ejecutar, no tiene chiste, ser pareja es un juego en equipo, y para Diana, su equipo es Marcello, sabiendo que va a hacer un suicidio, se lanza de la misma manera en un viaje muy riesgoso, si es atrapada probablemente sea sospehosa de terrorismo, y pueda ser ejecutada. Aún con eso, toma un largo viaje donde ingresará ilegalmente a través de la frontera con el Gran Imperio Mexicano.

No le ocurren muchas complicaciones durante el cruce, de hecho, ya era toque de queda, y el tiempo se había paralizado, todo estaba callado, oscuro, y con cierta temperatura.

—Señor Azazel, nos informan que hay movimiento tras el toque de queda en la frontera— explicó Tamiel, sirviente de Azazel.

—Debe tratarse de la mujer del Exiliado, Lucifer había notificado de que ella vendría de alguna manera u otra para estar al lado de él. Es interesante, ¿será que siente amor por el o tiene lástima de dejarlo solo, o acaso le debe algo?.

—No sabría que decirle mi Señor, lo único que pudiese decir de esto, es que, sea lo que sea, el Exiliado cuenta con una sirvientes sirvienta extremadamente leal.

—No la adules, solo es un mujer bastante ingenua...— mientras miraba por las pantallas de su gran salón, la estaba mirando fijamente, se preguntaba que podría hacer con ella.

¿Dejarla ir y que encuentre a su amado? No, no podría dejar que eso sucediera. ¿Matarla? Tampoco serviría, no busca un confrontamiento ya que Lucifer los quiere tanto a los Príncipes como a los siervos vivos, quieren que se acompañen mutuamente. Así que para confirmar la asistencia de su plan ideó otro para complementar y dar éxito al mismo.

Hackeando la Justicia 2: A las calles de Detroit Where stories live. Discover now