XVIII

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Spreen respiraba lentamente, su sentido del oído captaba el sonido que hacía la máquina que mostraba los signos vitales y era molesto.

Fue abriendo los ojos lentamente, mirando la luz incandescente del techo, cerró sus ojos y se quejó.

— Mierda...— Se quejó y pudo abrir bien los ojos.

Estaba en la habitación de un hospital, demasiado blanca, fría y limpia. Cómo odiaba esas habitaciones.

Parpadeó un par de veces para ver con más claridad y después miró a sus lados, logrando ver a Roier dormido en una silla.

— ¿Roier?— Preguntó Spreen en voz baja, pero eso fue suficiente para que Roier reaccionara.

— ¿Spreen?... ¡Spreen!— Roier despertó y luego miró al omega. El alfa se apuró a ir con él— ¿Cómo te sientes?—

— Siento como si hubiera cagado una calabaza— Spreen dijo y suspiró— Me siento cansado—

— Es normal— Roier se acomodó, sentándose en la cama— Me asusté, estaban todos gritando y de pronto tú estabas inconsciente y... No quería que te pasará nada—

Spreen miró con pena a su alfa y le tomó la mano.

— Pero estoy bien...— Spreen sonrió un poco y luego miró hacia abajo, observando su vientre plano... ¿¡Vientre plano!?— ¿¡Y los bebés dónde están!?—

— Eh... ¿Nacieron?— Roier dijo, alzando una ceja.

— ¿Pero en dónde están?— Spreen preguntó, empezando a alarmarse.

— Tranquilo, los bebés están bien— Roier lo calmó— Pero fueron prematuros, ellos están en la incubadora—

— ¿Incubadora?— Preguntó Spreen— ¿Cuánto tiempo?—

— El doctor nos dijo que unos diez días como mucho— Roier respondió.

— ¿Y podemos verlos?—

— Sí, pero quiero que descanses primero... Y no te pongas mamón que tienes que descansar, cabrón— Roier le regañó— Eres el primer omega que da a luz en parto natural estando dormido—

Spreen parpadeó un poco y se empezó a reír, siendo su risa seguida inmediatamente por la de Roier.

— No puedo creer que ya tenemos hijos— Spreen dijo— Vos y yo, tenemos dos hijos—

— Ya somos papás— Roier dijo, como si apenas estuviera cayendo en cuenta de todo— ¡Wey somos papás!—

Pronto, ambos volvieron a reírse hasta que Roier se acomodó mejor, acostando al lado de Spreen.

— Oye, te quiero preguntar algo— Roier dijo.

— ¿Qué es?— Spreen preguntó mientras se giraba a verle.

— ¿Te quieres casar conmigo?— Roier preguntó mientras miraba a Spreen a los ojos.

— Ro, ya estamos casados— Spreen mencionó.

— Ya lo sé— El castaño asintió— Pero no pude pedírtelo formalmente—

Él sonrió y Spreen sintió su corazón conmovido.

— Sos un cursi de mierda— Spreen dijo, pero sonrió— Sí, acepto casarme con vos—

— Te amo Spreen— Roier dijo.

— También te amo Roier— Spreen sonrió.

Ambos se sonrieron y juntaron sus frentes para quedarse ahí quietos.

Unos cuarenta minutos después, la puerta del cuarto se abrió cuando Rubius y Quackity entraron a la habitación, encontrando a la pareja dormida y abrazada.

— No pueden estar ni un día separados— Dijo Rubius mientras los veía.

— Se ven tan felices— Quackity comentó— Pero pinches culeros, nos hicieron abuelos bien jóvenes—

— Sí...— Rubius dijo, pero con un tono más serio.

— ¿No le has dicho?— Quackity preguntó.

— No, y esto solo va a complicar las cosas, ¿Cómo se supone que voy a cuidar de mis nietos cuando yo estoy esperando otro hijo?— Rubius suspiró mientras se pasaba las manos por el rostro.

— No pues, ya nos jodimos— Quackity habló.

Continuará...

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