Lucerys Velaryon

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Su esposo, el príncipe Aemond la había engañado y burlado frente a toda la Corte trayendo a su amante con él.

—Ella es lady Alys Rivers, nos será de ayuda.

—No quiero una bruja aquí Aemond.

—Madre, Alys nos será de ayuda, créeme.

—¿Qué pensarán los demás? Eres hombre casado Aemond.

—Por los Velaryon no te preocupes.

—No Aemond, ustedes no se aman, pero tienes que respetar a tu esposa.

—Madre, Alys es la madre de mi hijo.

—¿Has engendrado un bastardo? —Alicent gritó, perdiendo el control. —¿Tienes idea de en lo qué nos has metido? ¡Un bastardo! ¡Hijo de una bruja!

—¡Vysena tampoco es una santa! —Aemond gritó. —¡Engendrará bastardos con Lucerys Strong cuando tenga oportunidad!

—Llévate a esa mujer inmediatamente y quita a ese bastardo de tu vida y de su vientre, confío en que mi niño no me fallará.

—No lo haré madre.

[***]

—Y eso es todo.

—No creí que el tío Aemond fuese capaz de algo así.

—Yo sí, entre nosotros no había más que deber y deber, me parecía extraño el que no hubiese tenido una amante antes.

—Sí fueses mi esposa jamás te engañaría.

—Luke...

—No, realmente te lo digo, tuvieron que habernos casados, estábamos prometidos el uno al otro. ¿Qué sucedió?

—Fue para que la disputa entre ambas casas terminará.

—No tuvieron que sacrificarte, eras una niña cuando te casaste con Aemond, te encamaste muy joven.

—También lo creo, me encame con Aemond en mi undécimo día del nombre, los maestres creyeron que moriría en el parto de Daeron.

—En tu primer parto fuiste bendecida con gemelos.

—Umh, Maegor y Aenys, mis dulces niños.

—¿Cómo está Daerys?

—Bien, odia no poder volar.

—¿No le has enseñado?

—Es muy joven, no hay otra persona más que yo que desee verla volando, pero aún es una niña, temo que caiga del lomo de su dragón, o que queme todo Westeros en un momento tenso.

—Es hija de Aemond. ¿Qué esperabas?

—Creo que ese es mi castigo, hijos idénticos a su padre.

—Creo que es realmente tierno que ames a tus hijos, a pesar de que no sean hijos de alguien a quien ames realmente, no descargas tus enojos con ellos.

—Mis hijos no tienen la culpa de mi condena a la infelicidad, ellos han iluminado mi camino.

—Lo sé, son unos hermosos niños. —Luke sonrió acariciando uno de los anillos de la peliblanca. —aún conservas el anillo.

—Es llevarte conmigo, de ninguna manera me lo quitaría.

—Me alegra saber que una parte de mí está contigo.

[***]

—No hace falta fingir, has traído a tu amante y la has presentado.

—Hmm.

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