𝐈𝐈𝐈

14 7 0
                                    

𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐠𝐥𝐚: 𝐬𝐢 𝐚𝐲𝐮𝐝𝐚𝐬, 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞

Me siento más nerviosa de lo que desearía admitir. De repente, todos los meses de preparación, las posturas, la forma de hablar e incluso los idiomas que he practicado parecen haber pasado a un segundo plano. Es increíble cómo los nervios y la ansiedad pueden restringir ciertas habilidades que deberían estar presentes en momentos como este.

Las películas realmente dicen muchas mentiras. Siempre nos presentan a la chica que, después de perderlo todo, de la noche a la mañana deja de ser torpe y se convierte en una estratega y asesina implacable, dispuesta a hacer cualquier cosa por justicia. Aunque debo admitir que comparto la última parte, ese no es exactamente mi caso.

Ciertamente no soy la misma de hace un año, pero igualmente sigo siendo Inna Flynn. La chica que se cayo de culo entre el gallinero, rompió media docena de huevos y de paso fue correteada por las gallinas, también sigo siendo la chica que se quedo atrapada en una enredadera toda la noche por tratar de escaparse para ir a una fiesta, la chica que se tropezó encima del pastel de cumpleaños de su mamá y termino de alguna vergonzosa y extraña manera, rompiendo todas las tazas coleccionables que tenia.

Aunque Jodie Benoit es todo lo contrario a mi, se que mi mayor reto sera ocultar por completo a Inna Flynn. Sigo siendo desmañada, pero ahora tengo un objetivo claro, un papel que tomar y mucho que perder si me descubren antes de tiempo.

Hago mi mejor esfuerzo por dejar esos pensamientos atrás mientras avanzo hacia la entrada de Roble Dorado. A diferencia de la última vez que estuve aquí, me permiten entrar de inmediato al verme lucir aquel elegante uniforme de dos piezas que, sorprendentemente, me queda bien. Nunca en mi vida imaginé que me vería así, casi podría decirse que luzco tan atractiva como lo era Sara. Pero, aquello seria un insulto para ella.

A pasos fingidamente firmes, atravieso la pequeña vereda adornada con una multitud de arbustos florecidos que me conduce hacia la entrada principal de la academia. Al avistar a los estudiantes, logro reconocer a algunos de ellos. Por supuesto, había estudiado sus perfiles durante horas, aunque era en vano, ya que esos perfiles solo mostraban lo superficial, lo que la gente debía ver. Ninguno de ellos tenía una mancha en su expediente, pero era evidente que eso se debía a las prácticas de intercambio de dinero de la escuela.

Suelto un profundo suspiro y continúo moviendo mis piernas casi de manera automática. Mi mente me grita que me detenga, que es una idea estúpida, que simplemente regrese y olvide todo, pero mi corazón insiste una y otra vez en que no me rinda. Así que, una vez más, decido hacer caso omiso a mi "superyó" y permito que mi "ello" tome un poco de control.

Me encuentro frente a un imponente edificio que evoca la imagen de un castillo de la Edad Media, aunque con un aspecto más pulcro y moderno. Las paredes exteriores, pintadas de blanco, están adornadas con enredaderas que añaden un toque de belleza. La entrada principal cuenta con dos imponentes columnas de piedra que resultan ciertamente intimidantes, y justo encima de ellas se encuentra un enorme letrero, sin duda costoso, que pone: "Bienvenidos a su nueva experiencia dorada". Un escalofrío recorre mi espalda al recordar la ambulancia, la camilla, el policía y el empujón del guardia... Sin embargo, con un leve movimiento de cabeza logro apartar esos pensamientos, antes de que se apoderen de mis acciones del presente.

Una vez mas, decido ignorar lo que siento.

Entre mas detallo la fachada, no puedo evitar esbozar una sonrisa amarga al ver que claramente no hay nada sobre el suicidio. Al menos cuando Hannah Baker de trece razones se suicido pegaron carteles en contra el suicidio, pero aquí... Es como si nada hubiera pasado.

Verdad DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora