𝐗𝐈𝐈

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𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐧𝐨 𝐝𝐮𝐞𝐫𝐦𝐞

A veces en la vida, es necesario tomarse un merecido descanso. Después de aquel primer evento especial en el que debuté como vocera, no me quedó más opción que tratar de recuperarme paso a paso. Al día siguiente, Jace me buscó sin que Jade y Ruby lo supieran, y me preguntó si estaba bien, ya que se supone que él es el único que sabe que Jodie Benoit estaba ciertamente cercana a Sara. No tuve más opción que decirle que me había afectado un poco ver a una cara conocida en ese estado. Pero de igual forma, parecía preocupado por mí, lo cual era algo extraño. ¿Significaba esto que nuestra relación había cambiado después de la fiesta? ¿Ahora somos amigos más cercanos? Eso es lo que parecía insinuar el rubio.

El viernes de esa misma semana no tardó en llegar, y con él, un pequeño respiro. Debía aprender a estar sola sin empezar a pensar en Sara. Ya tenía información sobre el padre de Jace; ahora mi concentración estaba en averiguar quién fue el responsable de aquel video y quién lo tiene en su poder en este momento. Además, me preguntaba por qué decidieron mostrarlo hasta ahora. ¿Tendrá alguna relación conmigo?

También estaba el tema de mi acosador, que comenzó a mandarme fotos mías en este lugar. Desde entonces, me volví algo paranoica, empecé a mirar a mi alrededor con frecuencia y a cerrar con todos los seguros posibles la habitación. Incluso bañarme se volvió una osadía, ya que me daba miedo que una foto mía desnuda terminara en mi casillero. Así que había estado bañándome con ropa interior puesta.

Suelto un suspiro y estiro mi cuello, dejando la cabeza en la cama. Me encuentro sentada en el suelo, rodeada de miles de papeles regados, algunos son deberes escolares que cumplen con los requisitos de Roble Dorado, mientras que otros son expedientes de otros estudiantes, mapas de la ciudad, leyes para estudiar y fotos de posibles responsables. En la cima de la lista está Zack Bick, el becado más problemático de Roble Dorado, con un historial de tres años de acoso, al que sigue resistiendo. No entiendo cómo lo hace; yo en su lugar ya habría salido corriendo. Aunque no me conoce, lo he visto siguiéndome por los pasillos de manera extraña. También me entregó la foto de Jade, o al menos eso me confirmó la misma pelinegra cuando lo vio salir del baño ese día.

Claro que ella también estaba drogada aquel día.

—¿Ruby? —inquiero al vacío, como si algo en esa habitación que hoy me encargué de ordenar pudiera darme una respuesta.

La pelirroja también actuaba de manera extraña. Sabía algo, ocultaba algo a su amiga y le asustaba la idea de que se llegara a descubrir. ¿Qué sería eso? ¿Ella sabe de mí? Si es así, ¿por qué no ha dicho nada? Aunque al pensar en ello, la única manera en que podría saberlo es... Bueno, Matt es el único que tiene acceso al nombre de Inna, y Hazel también, pero por muchas razones dudo que se tome el tiempo de revisar esas cosas.

Las dudas seguían atormentando mi mente, haciendo que nuevamente masajeara mi cuello en busca de alivio. Hay tanto que necesito saber y siento que el tiempo se me escapa de las manos. Un molesto zumbido me hace abrir los ojos y buscar mi teléfono, que esta tirado en el suelo junto a los papeles. Me acerco con pereza y no puedo evitar fruncir el ceño al ver la la pantalla. Era una llamada, una llamada de Ruby.

Me quedo pensando si debo contestar, porque no puedo permitirme confiarme; el secreto de Ruby es una espada de doble filo que, si la uso, puede salir bien o convertirse en una tragedia. Al final, decido tomar el teléfono y contestar.

—Diga.

Sin embargo, no obtengo una respuesta inmediata; solo una inquietante respiración que me hace recordar a la película de Samara en El Aro. Miro el teléfono de nuevo y efectivamente, la llamada continúa.

Verdad DoradaWhere stories live. Discover now