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𝐒𝐨𝐩𝐥𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐥𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐦𝐞 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨.

¡Feliz cumpleaños número diecinueve a Jace Bracco!

Amante del baloncesto, los acondicionadores con aroma a fresa y del hilo dental (porque siento que esos dientes no se cuidan solos). Prácticamente, es un amigo excepcionalmente tranquilo y, sobre todo, un ex pretendiente de Sara. Ella es la chica que me trajo aquí hoy, específicamente a la puerta principal de la casa de Jace, que está repleta de gente. Por fin, el chico entendió lo que significa una fiesta.

Suelto un suspiro pesado y echo una última mirada a mi atuendo. No acostumbro a mostrar tanto mis piernas, o al menos no lo hacía en el pasado, pero ahora ni siquiera me reconozco con esa falda. Si no llevara puestos unos shorts debajo, se me vería hasta el color de mi ropa interior. Tomo con decisión el regalo en mi mano derecha y me adentro en la gran casa, pisando con confianza cada uno de mis pasos, acompañados de esos tacones gruesos. La música de hoy es la típica música electrónica; hay un DJ en todo el salón con gente bailando, dejando en segundo plano el gran cuadro que retrata a la familia de Jace. Parece uno de esos retratos que muestran en las películas de terror para mostrarte la familia que vivía antes de que ocurriera alguna tragedia. Tal vez la familia de Jace no esté tan alejada de esa realidad y aquella catástrofe probablemente termino siendo mi culpa.

—Es algo sombrío, lo sé.— De repente, siento un calor corporal detrás de mí, pero ya sé de quién se trata, así que volteo con una sonrisa.

—Feliz cumpleaños —canturreo, extendiéndole la caja. En cuanto la toma, solo espero su reacción.

Hace no mucho tiempo atrás, bueno, no tanto, Sara habló de regalarle una especie de broche a un chico con el que salía, un broche que supuestamente el chico rechazó. Era una tontería, pero se suponía que a Jace le encantaba. Muchas veces demostró que le gustaban las leyes y todas esas cosas, ya que si lo conocías, sabías que no hacer o si lo haces, como defenderte. El "martillo de la justicia". El usaba unos cuantos broches, lo había visto, pero este era pequeño y de oro. Al abrirlo, se quedó observando la pieza unos segundos, tal vez recordando la imagen de una rubia que solía pensar muy a menudo. Su ceño se frunció y levantó el rostro hacia mí, conectando de inmediato sus ojos color caramelo con los míos. ¿Qué significaba esa mirada y por qué nunca la había visto en el Jace sonriente? Era extraño, como si se le hubiera caído la máscara por un segundo.

—¿No te gustó? —Me obligué a preguntar de forma insegura. Él no dejó aquella misteriosa y atrayente mirada. Me dio una sonrisa encantadora antes de hablar.

—Es precioso... Y extrañamente... ya lo había visto antes — un chasqueo de sus dedos me hace mirarle la mano por unos segundos antes de volver a su rostro.

—¿Ah, sí? —inquiero sorprendida—. Yo, en realidad, lo mandé a hacer. Si no te gusta, puedo...

—Me encanta. —Afirma de inmediato. Luego, toma mi mano y me acaricia suavemente. Este tipo de cosas las hace todo el tiempo con Jade y Ruby. Incluso había llegado a pensar que era normal en ellos. —Pero me gustaría hablar más de lo bonita que estás esta noche. Sí que es un feliz cumpleaños.

Malditos hombres.

Su sonrisa de boca cerrada, cabeza ladeada y la mirada en triángulo que me da me hace suspirar. ¿Qué tipo de hechizo era este? Sinceramente, no culpo a Sara. Lo único malo de este chico es su padre, pero aún así, debo asegurarme. ¿Valdrá la pena dañar a Jace? No lo creo, él no lo merece. ¿Verdad? Aunque... Mejor no apresurar mis juicios.

—Cuidado, Jace. Empezaré a pensar que soy más que una amiga para ti. —Decido jugar un poco y él suelta una pequeña carcajada sin dejar de tomar mi mano.

Verdad DoradaWhere stories live. Discover now