𝐗𝐈

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𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐩á𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐭𝐮𝐯𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐞𝐫.

Plenas siete de la mañana cuando abro mi casillero y al menos tres fotos caen a mis pies. De inmediato, me apresuro a recogerlas y me dirijo hacia un salón oculto. Por un momento, pienso que son más pistas de Zack, pero en cuanto me meto al cubículo del baño y las observo con más atención, siento cómo mi presión disminuye.

Las fotos son de mí en varias tomas: tomando el autobús, bajando del auto de Kamil, entrando a mi residencia actual. La tembladera y la ansiedad me invaden de inmediato. ¿Cómo es posible que tengan estas malditas fotos? ¿Quién me ha estado siguiendo? ¿Zack? Tendría sentido, él fue quien me envió la de Jade. Sinceramente no se con cuantos enemigos cuento a la hora de la verdad y eso ciertamente no me tiene del todo tranquila.

Salgo del baño después de deshacerme de las fotos por el retrete y me encuentro con una chica desconocida que me mira al instante.

—Jodie Benoit, te estaba buscando —anuncia mientras seca sus manos con una toalla de papel. La miro estando a la defensiva.

—¿Quién eres? —mi tono suena serio y ella me mira algo confundida.

—Soy Zoé, la vocera principal de las reuniones en este momento... —musita algo confundida—. No sé si Max te habrá hablado de mí.

—Ah, sí, claro. —Me relajo un poco. La supuesta chica altanera.

—El día de hoy me surgió algo, así que no podré apoyar en el evento de directivos de la escuela. Te toca suplirme. Hay un espacio en blanco que los del club de literatura deberían llenar. Sales antes y buscas en el escritorio grande la hoja que debes leer. Es el de Carolina Méndez. —Me da instrucciones de forma amable, y yo asiento, aunque me siento un tanto fuera de lugar—. ¿Estás nerviosa?

—No, es que pareces diferente a lo que me dijeron... —admito, recordando cómo Max la describía como una bruja recelosa. Sin embargo, Zoé parece ser una chica de rizos gruesos y ojos llamativos y tiernos, que no le haría daño a nadie.

—Sí, bueno, no me sorprende que mi hermano hable mal de mí. —Se encoge de hombros—. El evento es después de la segunda hora. Dile a tu maestra que te deje salir, ella debería entender. —Asiento de vuelta y, con un último gesto, salgo del baño con la misma duda grabada en la cien.

¿Quién diablos me está siguiendo?

Tecleo un mensaje rápido a Xavier para reportarme, aunque dudo un poco si debería hacerlo. Al final, decido no decirle nada. No quiero que se enoje y termine interfiriendo. Busco mi salón y entro para asistir a mi primera clase, que resulta ser con Tammy, aunque aún no está en el salón. Sin embargo, ocurre un milagro: veo al fantasma de Hazel, o eso creo, porque verlo en clase a tiempo es como si los piratas de Luffy hubieran encontrado el One Piece, una revelación.

Nuestros ojos se encuentran, y siento cómo se me acelera un poco el pulso. Supongo que es miedo a recordar las imágenes de la última vez que lo vi golpeando a alguien, lleno de sangre, todo sudado... y sin camiseta.

Avanzo hacia mi asiento a pasos pequeños, tratando de ignorarlo por completo. O al menos eso intento. Él tiene puestos los auriculares y mira hacia adelante como si estuviera congelado. Su mano derecha, la que tiene un pequeño tatuaje, sostiene un lápiz mientras juega con él, y la otra tamborilea sus dedos en su pantalón. Tiene el pelo un poco húmedo y se ha retirado el piercing de la ceja, pero ahora tiene el del labio. Esta vez apenas se notan algunos golpes. De repente, voltea hacia mí y yo trato de disimular que lo veo, girando la cabeza hacia adelante y enderezándome como una rama.

Verdad DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora