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Si te perdiera en un sueño... Y ya no te encontrara despierto... Te buscaría hasta caer muerto ... Para verte en un mundo nuevo... — murmuraba el cenizo poeta, mientras anotaba sus palabras en su cuaderno, entre borrones y tachones, una mueca se cruzó por su rostro, no muy convencido de lo que estaba haciendo—. Parece poesía de una clase de primaria, qué porquería.

Cerró el cuaderno con fuerza y lo arrojó sobre el escritorio sin cuidado, seguido con el lápiz, mientras se levantaba de un suspiro de la silla.

Nada le parecía adecuado, últimamente los poemas que escribía no le gustaban para nada, las rimas le jugaban en contra muchas veces y se cansaba en la segunda estrofa.

Sus poemas trataban repetitivamente del amor, pero ninguno podía llegar a hacerle justicia a aquel sentimiento, ninguno de sus poemas se acercaba a lo que él creía que era el amor, le resultaban unas palabras vacías disfrazadas de bonitas.

— Nada puede alcanzar los estándares del amor, ni mucho menos un poeta sin corazón.

Cellbit volteó al escuchar aquella voz, vivía solo en un departamento descuidado, no tenía a nadie, y no vio a nadie, con un suspiro cansado frotó su frente, culpando a la falta de sueño, a no comer bien, y al estrés de no poder escribir nada en meses.

Abrió sus ojos para entrar en la cocina comedor de su modesto duplex, solo para pegar un salto y gritar al ver a un chico sentado en una de sus sillas con una sonrisa encantadora.

— ¿Qué mierda? ¿Quién eres? ¿C-como entraste?... ¡Largo de mi casa! — Cellbit quería sonar intimidante pero estaba temblando de miedo, el chico de cabello castaño soltó una carcajada, con una risa tan dulce que sonó casi como un canto.

— Que quién eres... O quién soy, puede ser que tenga una respuesta hoy, y mañana ya murió — dijo, haciendo un gesto con su mano al finalizar, Cellbit no entendía nada —. Pero la mera verdad en tu corazón fraguó.

— ¿Q-qué? — balbuceó el cenizo—. Vete, vete de mi casa, ¿Por qué hablas así? No te conozco, ¿Qué quieres?

El joven de cabello castaño se encogió de hombros.

— No he de marcharme porque tú has de buscarme, me has perdido y aún así escogido, eme aquí porque tú has llorado por mí— dijo —. Me quedaré aquí hasta que puedas encontrarme.

Cellbit frunció el ceño, suspiró de nuevo y volvió a mirar al joven más detenidamente, cabello castaño, sonrisa coqueta, ojos tan hermosos como admirar la luna, vestía una camisa blanca holgada y unos pantalones formales del mismo color, unas botas también blancas completaban su conjunto, parecía una imagen totalmente irreal de una especie de ángel.

— ¿Hablas en rimas?

— Con las rimas no escatimas— dijo, asintiendo, mientras sonreía, una risa molesta le siguió a aquella frase.

— No eres real, ¿Cierto? — preguntó en voz baja, tenía algo de miedo de saber la respuesta.

— ¿Qué es lo real?... ¿Crees en el bien y el mal? Pues la respuesta es banal, ninguno de los dos es real, pero si aún lo crees verdad, entonces ¿Qué es lo real? — replicó, dejando el cenizo pensando al respecto—. Es real lo que quieras que lo sea, soy real por ser parte de lo que tu mente crea.

— ¿Estás cuestionando la mera existencia de las cosas en rimas cuando claramente eres una alucinación de mi mente? — preguntó Cellbit, le dolía la cabeza.

— ¿Tu mente no es real? Quizás sea yo el que esté mal— el chico se encogió de hombros, el otro suspiró pesadamente, se frotó el rostro, y rogó internamente que todo parara, al volver a ver hacia la silla donde estaba el joven, esa volvía a estar vacía.

Vió sus manos temblar, y decidió que lo mejor era ir directamente a dormir, de todas formas, eran altas horas de la madrugada, y ya se sentía totalmente agotado. 

Rhyming Heart |GuapoDuo|Where stories live. Discover now