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—Escribir de desamor, desde un corazón sin amor, es construir una fachada sin cimientos, un total desconcierto.

— Será desconcierto para los que saben de casas, Roier, ninguno de mis lectores sabe una mierda de amor... — dijo Cellbit, había anotado unos cuantos versos, todos eran de las palabras de Roier, pero justo cuando lo necesitaba en sus cursilerías el castaño se ponía en modo maldito y no decía nada.

Cellbit había recibido una oferta importante desde la editorial en la que trabajaba, era un libro de poesía en conjunto con otros escritores y un grupo de ilustradores, la mayoría muy conocidos, el libro lo podría ayudar a hacerse conocer a más gente.

El libro tenía como temática el amor, y Cellbit nunca había sido bueno para hacer poesía sobre el amor de forma romántica, aquel sentimiento alegre que es el comienzo de todo... Principalmente porque nunca lo había experimentado.

Tal como nunca se había enamorado, nunca se había desenamorado, ni había tenido un corazón roto.

Pero creía que aquello era mucho más fácil para representar que el amor en si, y hablar de desamor también es hablar de amor.

A demás de que ahora, tenía a Roier, aquella persona extraña que desde hacía semanas que estaba rondando su vida, y en parte, su corazón.

— La gente no sabe de amor, Roier, ni siquiera la que está enamorada.

— El amor es la duda constante de la existencia, ¿Es la razón de existir, el amor? ¿Es el amor, la razón de existir?

— Eso no rimó, te estás oxidando.

— Lamento de las rimas ser deudor, pero a veces la poesía vive del fluir.

— Eso tampoco rimó... — Cellbit lo miró con el ceño fruncido, Roier alzó una ceja, como desafiante— Ay, maldita sea... Rimó con lo que dijiste antes, Roier, carajo, creí que lo habías logrado.

— ¿Lograr? ¿Que deje de rimar?

— Exacto, Roier, eso... Es un poco molesto a veces.

— Sabrás tú, en tu corazón, porqué me has hecho así. Si esto será un don, o una maldición. Pero las rimas son mi razón, sí. O quizás son las tuyas, gatinho— replicó el castaño—. Yo estoy aquí, y en realidad no, de tu mente salí, por algo me necesitabas aquí.

Cellbit no dijo nada, se volteó hacia él, Roier estaba sentado junto a él, en aquella cama que compartía desde la primera vez que Roier había aparecido, semanas atrás, la luz de la lámpara de noche los iluminaba apenas lo suficiente, y quizás era al sueño de las tres de la mañana, pero Cellbit veía todo más oscuro que lo normal, solo la presencia de Roier parecía alumbrar su cuarto.

— Roier, de verdad, y se sincero, ¿Tú sabes porqué estás aquí?

Roier hizo una mueca y se encogió de hombros, Cellbit sentía que el castaño estaba escondiendo algo.

— ¿Eres una representación de la soledad, de la depresión o de la muerte? — preguntó.

— Seré lo que tú quieras que yo sea.

— ¿Y si elijo que seas amor? — su mano fue hacia una de aquellas mejillas que tenía el menor.

— Usted puede creer en lo que crea — dijo Roier, volvió a encogerse de hombros de forma chiquita y preciosa—. Pero estar conmigo de cualquier manera solo engañara a su mente, puedo yo ser su amor pero al corazón no se le miente... ¿Cuánto puede durar el engaño de lo que siente?

— Roier... Necesito saber qué es el amor, si tú puedes ser amor, necesito que me enseñes.

— ¿Qué puede aprender un ciego de una luz que no puede ver?

— Pero puede sentir el calor de la luz en su piel, entonces sabe que hay luz — acarició su cabello color castaño.

— Solo será un calor, no es el mismo querer.

—Roier— Los ojos del menor lo miraban con brillos, sus mejillas estaban muy rojas, Cellbit estaba seguro que la cercanía de sus rostros lo estaba poniendo nervioso—. Si tú pudieras elegir, entre ser soledad, depresión, muerte o amor, ¿Qué elegirás ser para mí?

Roier se la pensó unos cuantos segundos, mordiendo labios, aquellos labios que Cellbit no podía ignorar y que anhelaba en secreto.

Estar con Roier esas semanas lo habían acostumbrado a la idea de tener a alguien, él era casi como la ilusión, de tener una pareja, era como si se hubiera salteado todos los pasos previos: nada de conocerse primero, nada de un primer beso, nada de formalidades... Roier solo estaba ahí para hacerle compañía y rimas en su corazón.

— ¿Qué quieres ser?

— Amor — respondió Roier finalmente —. Amor— repitió, y la forma en que sus labios se fruncieron hacia adelante en aquella palabra fue suficiente para terminar de derretir el corazón de Cellbit, quien terminó de acortar las distancias, esos infinitos tres centímetros entre sus bocas, para encontrarse en un baile que debía ser real.

Era real porque esas cosquillas en su estómago eran reales, porque esas mariposas que agitaban sus corazones, y esas mejillas cálidas, esos labios húmedos y calientes contra los suyos que tenían un extraño sentimiento de familiaridad, como si ya los conociera de antes, quizás de otra vida, o de otro mundo... No había forma que aquel amor fuera otra alucinación.

Rhyming Heart |GuapoDuo|Место, где живут истории. Откройте их для себя