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Jeon Wonyoung no quería ser una niña. Ella quería ser una mujer.

La habitación de Wonyoung parecía sacada de una película adolescente de los ochenta, con posters de Backstreet Boys y New Kids on the Block empapelando cada pared. Tenía una lámpara de mariposa que la madre de Taehyung le regaló cuando cumplió doce años, y seguía sin cambiar ese edredón con estampado de castillos y princesas aunque ella y Taehyung ya tuvieran diecisiete años.

Taehyung había pasado más tiempo en esa habitación que en la propia. Gracias a que creció durmiendo en el suelo del cuarto de Wonyoung (solo les dejaron compartir cama hasta los cinco años), Taehyung pudo volverse inmune a los colores chillones del techo y los muebles. Aún se sorprendía de que los rosados saturados no le quemaran las retinas cada vez que entraba.

A finales de noviembre de 2017, el clima en Busan no era exactamente el más alentador. Había llegado la época de lluvias, después de todo, y eso no ayudaba a mejorar el ánimo en los estudiantes del colegio Bulgogi. Lluvia y exámenes, vaya combinación de mierda. Para su suerte, la semana pasó más rápido de lo esperado, y el viernes (el día final de los exámenes) llegó en un parpadeo. A Taehyung y a Wonyoung les esperaba una libreta llena de números rojos y clases extra en las vacaciones de verano, pero al menos por ese fin de semana, podrían respirar con tranquilidad.

—¿Qué respondiste en la última pregunta?

Taehyung ladeó la cabeza. Estaban volviendo a casa, con el uniforme empapado y un paraguas robado de la sala de profesores. Hombro con hombro, uno pegado al otro para caber ambos bajo el paraguas amarillo y diminuto. Wonyoung le dio un codazo para que se apresurara en responder.

—Creo que la C. Pero no recuerdo una mierda, para ser sincero.

Wonyoung resopló. Taehyung rió y le devolvió el codazo.

—¿Y tú?

—No le puse atención a los literales —respondió ella, apretando el mango del paraguas y sacando el labio inferior. Por esa época, Wonyoung había adoptado la manía de usar un extraño brillo de labios que los volvía mil veces más esponjosos. Le picaba, pero seguía usándolo porque Taehyung le dijo que le hacía verse linda—. Sé que escogí la que hablaba de la hominización como proceso biológico. Creo que... era la del medio.

—Mierda, ¿biológico? ¿No era cultural? —Taehyung chasqueó con la lengua y echó la cabeza hacia atrás. Cerró los ojos y frunció el entrecejo.

Wonyoung lo observó con atención: Cada movimiento en el rostro de Taehyung, cada pequeña contracción de sus labios o temblor imperceptible en sus párpados. Taehyung tenía las cejas gruesas (muy, muy gruesas). Más de una vez Wonyoung se ofreció a depilarlas, y más de una vez Taehyung se negó rotundamente. Tampoco era como si Wonyoung en serio quisiera hacerlo: Le gustaban las cejas de Taehyung. La forma en la que las alzaba, las dejaba caer o las arqueaba. Era un espectáculo. Solo sugirió depilarlas después de escuchar a su mamá hablar mal de Taehyung (de sus cejas pobladas, precisamente).

También quería depilar las cejas de Taehyung para tener una excusa válida para tocarle el rostro. Aunque ellos siempre solían tocarse (agarrarse el rostro, golpearse en el hombro), pero todo con tintes puramente amistosos.

Wonyoung dejó de caminar. Taehyung, con las manos detrás de la cabeza, continuó con su camino. Un paso, dos pasos fuera del paraguas. Las gotas le caían por el rostro como si fuera una estatua bajo la lluvia. O un modelo. O el protagonista de una novela romántica. Taehyung se giró, y Wonyoung puede jurar con seguridad que todo empezó a suceder en cámara lenta.

Taehyung.

Bajo la lluvia.

Wonyoung tragó saliva.

Taehyung le sonrió, esa sonrisa tan grande que abarcaba el mundo entero (su mundo entero), tan mágica que la hacía caer en un trance sin escapatoria, tan brillante que relucía más que el Sol.

Incluso en el día más lluvioso, más gris y apagado, Taehyung era el Sol. Esa estrella que arrasaba con todo, esa estrella que llegaba a quemar algunas veces.

Y así, con esa sonrisa de hombre soñado, Taehyung se acercó a ella. A paso lento. Era la escena más esperada de la película de romance en la que Wonyoung creía vivir. Él la tomaría con suavidad del rostro, y ella dejaría caer el paraguas , y ambos se besarían bajo la lluvia mientras We Belong Together de Ritchie Valens empezaba a sonar en el fondo.

Eso es lo que debería haber sucedido. Lo que debería haber sucedido hace años, porque Wonyoung ni siquiera podía recordar la cantidad de veces que había estado en la misma situación, a la espera de que Taehyung haga algo.

Él la tomó del rostro, sí, pero no con la suavidad que ella esperó. La agarró por las mejillas, haciendo que los labios de Wonyoung sobresalgan como los de un pez globo (un pez globo triste). Se rió de ella, le acarició el cabello (como a un perrito, despeinándola por completo) y la rodeó por los hombros, empezando a caminar nuevamente. A arrastrarla, mejor dicho.

Se sintió como una imbécil. Era obvio que Taehyung no haría nada. Estaba claro que él la consideraba su hermana, ¿quién besaría a su hermana bajo la lluvia? Un depravado, por supuesto.

Y, en el mejor de los casos, si Taehyung no la veía como su hermana menor, al menos no había duda de que la veía como una niña pequeña. Una niña de la que cuidar, una niña de la que burlarse.

Wonyoung, a sus diecisiete años, estaba cansada.

Y, para su desgracia, aguardaban por ella más años de espera. Una espera que nunca terminaría.

Porque Taehyung jamás haría nada.

Jeon Wonyoung no quería ser una niña. Ella quería ser una mujer.

 Ella quería ser una mujer

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¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2023 ]

Grown-Up! • KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora