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A Eijiro le da curiosidad el chico de cabellera rubia que siempre se la pasa solo en el receso. Siempre lo ve con su caja de bento, sentado debajo de un árbol que hay en la parte trasera del colegio, lugar al que rara vez alguien va. En su salón tampoco lo ve socializando con alguien, mucho menos fuera del colegio.

El adorable chico siempre está solo, y eso no le gusta.

Aunque últimamente Katsuki sale del colegio lo más rápido que puede y a veces, si tiene suerte de alcanzarlo, lo ve acompañado de un hombre de entre 20-27 años. No puede decir con exactitud que tan viejo es, pues siempre trae algo que le cubre lo más posible el rostro.

No sabe si preocuparse por el chico, pues aquel hombre puede ser un familiar, amigo o cualquier otra cosa.

Quiere acercarse al rubio, pero si antes era complicado, ahora lo es aún más. Cada que quiere acercarse en la entrada, Katsuki lo ignora y pasa de largo, en los recreos es prácticamente lo mismo, y ahora en las salidas tiene un tipo de perro guardián.

¿Por qué perro guardián? Porque cada que intenta acercarse, aquel hombre lo agarra de la muñeca y lo hace caminar más rápido.

No sabe cómo, pero de alguna manera se va a acercar y podrá hablar con el chico.

No sabe cómo, pero de alguna manera se va a acercar y podrá hablar con el chico

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— Izuku... Ya quítate, es tarde y tengo que irme.

El mayor suelta un quejido por lo bajo y abraza con más fuerza al rubio, sintiendo la cálida piel blanquecina.

— Izuku... Por favor...

Katsuki no quiere caer nuevamente en las garras del sueño, pero la forma en que es sostenido lo tientan.

— Quédate conmigo, no te vayas.

— Sabes que debo volver, van a matarme si llego tarde — frota sus ojos vagamente, pues quiere dejar de lado el tentador sueño.

— Yo puedo hacerlo primero, solo pídelo y lo cumpliré...

Su ceño se frunce y siente el dichoso nudo en la garganta. No entiende porque, pero el hecho de que Izuku busque cumplir cualquier deseo suyo, por más retorcido que sea, lo hace feliz.

Es una felicidad enfermiza.

— Izuku... Voy a volver, así que déjame ir...

El pecoso ríe bajito, pero aún así su ronca voz hace temblar de manera extraña al rubio. Su cuerpo cosquillea dolorosamente cuando Izuku ríe de esa forma, se siente... Atraído.

Una atracción enfermiza.

— Si quisieras irte, intentarías zafarte de mi agarre...

Oh sí, también está su forma de hablar. Se arrepiente tanto de haberle enseñado a expresarse de mejor forma, pues el pecoso ahora dice hasta lo que piensa, aunque aún hay cosas que arreglar, tiene mejor habla que la primera vez que cruzaron palabras.

— Izuku...

— ¿Si, Katsuki?

No sabe en qué momento el pecoso acercó tanto su rostro al suyo, ni siquiera la razón del porque su pecho palpita de manera acelerada, tan rápido que da miedo, no sabe nada.

Pero si siente.

Siente las frías y ásperas manos acariciar su abdomen, presionando su cintura para después bajar peligrosamente a sus piernas.

Alguien normal se sentiría incómodo y huiría, para empezar, alguien normal no entablaría conversación con un asesino, pero ahí está el, dejándose tocar descaradamente.

— Dejame ir, ¿si? — susurra, con sus labios peligrosamente cerca de los del hombre, el cual sonríe al sentir el cuerpo blanquecino temblar ante su tacto.

— ¿Seguro?

— Yo... — tener tan cerca a ese hombre es peligro puro, pues su sonrisa, ojos, mirada, expresión cansada y aspecto de que lo hará mierda con unas cuantas palabras, son extrañamente atractivas y atrayentes.

Quiere más, desea más.

— Tienes razón, será mejor que te deje ir... No me gusta cuando te lastiman, mucho menos si es por mi culpa — las frías manos aprietan con cuidado los muslos del rubio antes de librarlo de su agarre.

— Si... Mañana, mañana podría quedarme... Es viernes, no tendré problemas — susurra, levantándose de la cama rápidamente mientras trata de verse más decente, pues trae su uniforme arrugado y cabello todo revuelto.

Izuku sonríe y asiente en silencio, colgando la mochila del rubio en su hombro mientras sale del lugar donde se queda temporalmente.

Katsuki solo lo sigue en silencio mientras trata de controlar sus hormonas alborotadas por unos simples toques que probablemente fueron realizados inconscientemente.

Si, nadie lo tocaría por deseo.

Si, nadie lo tocaría por deseo

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Ando sad horny again.

I don't need terapia, i need sexo gay.

Y también una buena siesta.

Bai amigues🙈.

BUNNYWhere stories live. Discover now