El camino hacia la mansión de los Caruso fue un poco tedioso. Alyssa lo tomó lo mejor que pudo, pero debía admitir que por dentro estaba a poco de colapsar de los nervios. Su corazón latía cada vez más fuerte, con más rapidez. Aquel temor paralizante, que la hacía errar tiros en azoteas, estaba invadiendo nuevamente sus emociones.
Ella luchaba con eso cada día desde entonces, con sus emociones y sentimientos. En el mundo del sicariato y la mafia en general, se debía ser frío todo el tiempo. Si uno se permitía sentir, aunque sea una mínima chispa de cualquier emoción, podría provocar un incendio que no se apagaría fácilmente.
Y bueno, Alyssa había confirmado ese pensamiento cuando tuvo que huir cinco años a Inglaterra por un tonto error de puntería. Ella agradecía siempre a los cielos que estando allá no tuvo gran problema, pero en realidad aquello debía darle el crédito a Elian. Ella nunca lo admitía, pero él fue su ángel guardián. Además de que Alyssa estaba segura de que él había tomado medidas para que la cuidaran y no permitieran que Alberto se enterara que ella estaba en Inglaterra, sin seguridad ni dinero.
– Ya llegamos, señorita Ferrara –Alyssa levantó su mirada de sus manos cuando la voz de Darío llamó su atención. Aún no estaba acostumbrada al nombre, pero que el rompiera la bruma que habían provocado sus pensamientos dentro de su cabeza, fue un alivio–, estamos en la mansión Caruso.
Alyssa se bajó del auto sin esperar que nadie le abriera la puerta, lo cual provocó una mueca en el rostro de unos hombres de traje que sin duda estaban esperándola solo para atenderla. Ella no se sintió mal por quitarle el trabajo al hombre, después de todo una soldado como ella no debía ser atendida como una princesa o una reina.
La mansión Caruso era enorme, de tres pisos y rodeada por extensiones de kilómetros de campo abierto. La mansión en sí era bellísima, de delicadas ventanas en forma de arcos, muchas palmeras, arbustos y árboles que llenaban de vida el lugar, luces que le daban una calidez inusual y un techo de tejas cafés que hacían ver el lugar rústico.
Darío estuvo detrás de Alyssa un momento después, instándola a caminar. Él se detuvo en la puerta sin abrirla y bajó su mirada cargada de severidad hacia ella, apretando sus labios en una fina línea tensa.
– Toda la familia está en casa, sugiero mantenga su comportamiento al más mínimo trato de agradecimiento y sumisión. –Indicó Darío a lo que Alyssa bufó.
– Agradecimiento y sumisión. ¿No quieres que también me arrodille ante ellos? –Alyssa dijo con sarcasmo, haciendo que Darío subiera sus cejas.
– A eso me refería: mantente en la raya de la cordura y saldrás de esto con los dos pies en el suelo –Alyssa estuvo a punto de replicar nuevamente, cuando Darío subió un dedo para callarla–. Alessandro te ha regresado de Inglaterra y te mantendrá oculta de Alberto, su jefe. Tienes motivos para estar agradecida con él.
Alyssa giró sus ojos. – Hecho. ¿Algo más, señor? –Se limitó a decir.
Pese a que Alyssa no era conocida por su humildad generalmente, siempre aceptaba la autoridad de sus superiores. Ella era solo una soldado, y un tipo como Darío sin duda era por lo menos un capodecime. Es decir, que, en la jerarquía de aquel lugar, él podría matarla y nadie podría quejarse.
Alyssa tensó su cuerpo en un saludo a Darío, que lo hizo sonreír con complacencia.
– Descansa, soldado –replicó Darío, sin burla ni diversión. Él estaba tomándose en serio la respuesta respetuosa de Alyssa, tanto como ella estaba tomándose en serio de que si permanecería bajo el mando de Alessandro Caruso, Darío sería su superior–. Por los momentos, deja que Carina te guíe hasta la cocina, compórtate y obedece. Es una orden.
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LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]
Romance**HISTORIA 1** Silvia definitivamente no tenía la vida normal de cualquier joven mujer; ella era una asesina a sueldo, un sicario, que cometió el peor error de toda su vida: falló una bala. Con tan solo diecisiete años, tuvo que huir junto a su mejo...