Capítulo 35: Lo que nunca fue

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Artem estaba mirándose en el espejo de su habitación, su cabello despeinado aún le caían algunas gotas de agua. Acababa de salir de la ducha y él sentía un pesar en su pecho, en su rostro no cabía espacio para una sonrisa. Con la constante mirada de su guardia omnipresente, Artem peinó su cabello y alisó su ropa. Solo que cuando se giró para salir de su habitación y tomar el auto que lo llevaría al aeropuerto, no eran los ojos de su guardia que lo miraba a la distancia.

Era su padre.

—¡Qué susto! —exclamó Artem. Alberto sonrió, victorioso, como si su meta siempre fue causarle un sobresalto.

Artem se mantuvo estático en su posición, viendo como su padre aún seguía con el traje que había usado en la gala de blanco. Tenía unas pequeñas manchas rojas, salpicaduras de sangre que usaba con orgullo por la muerte de Gracie Griffin.

—Necesito un favor tuyo —expresó Alberto, mientras terminaba de entrar en la habitación de su hijo y tomaba asiento en la cama. Alberto deslizó su mano sobre la pulcra cobija gris y miró a su alrededor, las paredes desnudas y los inmuebles sobrios que no tenían gran decoración.

—¿Qué favor seria? —Artem bufó—. No soy un Caruso para ser bueno en este trabajo.

Alberto sonrió de medio lado—. ¡Qué bueno que mencionas a los Caruso! —Artem tuvo miedo de lo que saldría a continuación de los labios de su padre—. Necesito que cuando estés hoy en la boda de Elián, vigiles a su prometida: Alyssa Ferrara. —Artem se tensó de pies a cabeza, ¿cómo es que su padre conocía su nombre? A Eros no le gustaría esto—. Sé quién es ella y necesito tenerla cerca. Ha crecido mucho en los últimos años y sé que su padre pagará mucho por ella.

Artem parpadeó, perplejo. Lo único bueno que estaba saliendo de aquella conversación con su padre es que él no sabía que Artem se lo diría a Eros más tarde.

—¿Piensas venderle a Leonardo Russo la información sobre su paradero?

Alberto se encogió de hombros.

—Leo estuvo aquí más temprano, si no la reconoció mientras bailaba, es un completo idiota. —Alberto asintió—. Bueno, él es un idiota. Pero fuese como fuera, él valorará saber con quién pasó su hija los últimos cinco años y que, además, ahora está comprometida con uno de ellos. —Artem miró con escepticimos a su padre—. No me mires así, sabes que Leonardo nunca quiso realmente a Alessandro o algún otro Caruso de la tierra. Solo estuvo con ellos y permitió que usaran a su hija porque quería su favor. Pero ahora que Leo es otro nivel a la misma altura que los Caruso, ya no necesita más a Alessandro. Es más, apostaría mis flota entera de barcos a que Leo ahora ve a los Caruso como rivales y no le agradará nada que Silvia esté con ellos.

Artem tuvo un escalofrío al escuchar como su padre mencionaba el nombre real de Alyssa como si nada—. Padre, ¿no sería mejor decirle primero a la madre de Silvia que ella está aquí y está viva? —Alberto giró sus ojos, de nuevo sintiéndose decepcionado de los blandos sentimientos de su hijo—. Es decir, Vienna estuvo bastante mal la última vez que la vi: estaba muy deprimida porque no sabía nada de Silvia en meses.

Y era cierto: Vienna, la madre de Silvia, estuvo tan desesperada buscándola por meses que recurrió incluso a Alberto, el hombre que la metió en problemas en primer lugar. Solo que nadie sabía nada de ella, nada más aparte de que había sido acogida bajo el cuidado de los Caruso. Aunque eso solo lo sabía Artem, ya que Eros solo se lo había contado a él y, se supone, que Alberto nunca debía enterarse.

Pero ahora que Artem había descubierto que su padre ya sabía sobre Alyssa y Silvia, más le valía parecer inocente también.

—Artem, deja de ser tan sentimental —le reprendió Alberto—. Si Vienna quiere la información, que la compre también. Yo no soy el malvado aquí; si quieres un villano mira a Alessandro Caruso, quien tiene retenida a Silvia y no permite que ella vaya a visitar a sus padres, solo protegiéndola por su trabajo. —Eso era cierto—. Si no fuese buena matando gente, Alessandro simplemente la habría dejado morir en la fosa de los entes gubernamentales también. Pero la tomó para sí y la cuidó hasta que estuvo lo suficientemente grande como para casarla con uno de sus hijos y usarla de soldado. Alessandro Caruso es el egoísta aquí.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ