Letras doradas.

2.3K 131 46
                                    

Luz aprovechó los dos días siguientes para, ahora sí, conocer Vera. Debía admitir que los fines de semana tenía mucha más vida de la que cabría esperar de un lugar tan pequeño y su gente era muy acogedora. Al parecer todos sus habitantes sabían quién era y la habían acogido con mucha amabilidad. Luz, que no era una persona cariñosa en exceso, se sintió un poco abrumada por aquel recibimiento. En el ultramarinos le habían regalado dos docenas de huevos de gallinas de corral; en la pastelería le dieron a probar el dulce típico del pueblo y acabó con bizcocho para una semana; en el bar la invitaron a un café e incluso las dueñas de La Gata Cristi, la librería más famosa del pueblo, le hicieron un descuento del noventa por ciento del libro que quería comprar. Fue a la mañana siguiente, mientras desayunaba ese pastel de Vera, cuando comprendió el funcionamiento de los parásitos que devoran todo lo que ofrece el huésped y sintió una leve punzada de culpabilidad. Pero el agradecimiento destacaba por encima de cualquier otro sentimiento.

El pueblo, de calles empedradas y casas coloridas, no tenía ningún monumento especial y sin embargo era uno de los más bonitos que había visto. Con un encanto particular y una tranquilidad envidiable, entendía porqué la familia de Ainhoa volvía allí cada vez que tenían oportunidad.

Ainhoa...No había sabido nada de ella desde que se marchó de su casa después de cenar la otra noche. Se le había olvidado pedirle su número y no sabía cómo decírselo a Carmen sin parecer interesada. Había pensado en ir a su casa a visitarla pero tampoco tenía excusa para hacerlo. Habían estado juntas hace apenas cuarenta y ocho horas y la vería al día siguiente en la escuela, no había razón para impacientarse.

Y sin embargo lo estaba.

Se puso las deportivas y salió a dar un paseo. La mañana estaba algo más fresca que los días anteriores y el aire le erizaba la piel. La batalla entre el verano y el otoño se recrudecía y era este último el que empezaba a tomar el control. Se cruzó de brazos para mitigar el frío y anduvo deprisa hasta que llegó a la avenida principal, en la que el sol brillaba con fuerza y ningún edificio creaba sombra. Disminuyó el paso cuando sintió el calor atravesar su sudadera negra y suspiró aliviada. Pasó por delante del bloque de Ainhoa y se detuvo frente a él, dudando, otra vez, si tal vez sería buena idea subir a saludar y comprobar si necesitaba algo. Pero decidió que Carmen debía estar pendiente de su cuidado a jornada completa y no quería agobiarla. Además, era domingo a primera hora, seguro que dormía como casi todos en aquel momento.

Continuó su camino por las calles casi desiertas y una sensación de tranquilidad se instauró en su interior. Podría acostumbrarse a esto.

Dos horas después estaba llegando a su piso. Desde la mitad de la calle observó a Ainhoa salir del portal y aceleró el paso para interceptarla antes de que se marchase. Ainhoa miró a ambos lados de la calle y cuando se encontró con Luz, una gran sonrisa llenó su cara.

—¡Ainhoa! —exclamó Luz sin poder contener la alegría—. ¿Me estabas buscando?

—No —contestó Ainhoa y el rostro de Luz se ensombreció ligeramente a pesar de sus intentos porque no se le notase—. Quiero decir, sí, había venido a buscarte pero no estabas.

—Claro, es que había salido —reflexionó Luz como si no fuera el comentario más obvio del mundo.

—Sí, sí. Ya lo veo.

Un silencio se instaló entre ambas y ninguna sabía cómo romperlo. Luz guardó las manos en el bolsillo de la chaqueta mientras que Ainhoa las frotaba en los pantalones.

—Bueno, ¿querías algo? —preguntó—. No esperaba verte aquí.

—Espero que no te moleste, le pedí la dirección a Carmen. —Señaló a su espalda como si estuviese en algún lugar de aquella travesía que comenzaba a estar algo más concurrida. Salvo por el detalle de que Carmen no estaba allí—. Había venido a preguntarte si me podrías curar la quemadura. Hiciste un gran trabajo el otro día. —Se encogió de hombros y a Luz le enterneció la manera en la que parecía querer hacerse pequeña.

Maridaje (Luznhoa AU)Where stories live. Discover now