Los amantes

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Lo primero que sintió Luz al despertarse fue un martilleo incesante en sus sienes que le impedía abrir los ojos. No recordaba haber llegado a su casa y todo lo ocurrido después de la cena era como una nebulosa en su cabeza. Se dio la vuelta lentamente para desperezarse y estuvo a punto de caerse de la cama. Palpó el colchón y notó que el tacto de las sábanas no era el de las suyas, eran más suaves y más gruesas, parecían de franela, y el colchón era más blando. La almohada, que se la había traído en su mudanza a Vera, tampoco tenía la forma de su cabeza. Confundida y algo asustada abrió los ojos sin saber con qué se encontraría. Dormía al lado de un gran ventanal con las persianas hasta abajo, al lado del cabecero descansaba su móvil junto a una lamparita en una mesita de noche, que era compartida por otra cama. Enfrente, un amplio armario blanco llenaba la mitad de la pared de la habitación. No reconocía nada de aquel lugar, tan solo un aroma mezclado con café le resultaba familiar. Puso los pies en el suelo y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Ahora que su visión se había acostumbrado a la penumbra de la habitación comprobó que la ropa de anoche había sido sustituida por una camiseta dos tallas más grandes y el pantalón reposaba bien doblado a medio metro de ella, encima del edredón. Le quedaba un poco justo de la cintura pero para un rato no se iba a quejar. Una reminiscencia del olor del perfume floral de Ainhoa la invadió y una oleada de tranquilidad le relajó el pecho, si Ainhoa estaba involucrada es que no había pasado nada malo.

Confirmó sus sospechas al salir al pasillo y comprobar que se trataba de la misma casa que había visitado en tantas y tantas ocasiones, aunque nunca había dormido en ella.

—Ey, buenos días —susurró Ainhoa, imaginando el dolor de cabeza que debía sentir—. No te esperaba levantada tan temprano, ¿has dormido bien? —Luz asintió frotándose los ojos que le picaban por la enorme luminosidad que llenaba siempre aquel lugar.

—Como un bebé pero no me acuerdo de nada, me parece que me vas a tener que explicar algunas cosas de anoche.— Luz se dirigió a la cocina a por un vaso de agua y cuando pasó por su lado, por pura inercia, hizo un gesto al que tan acostumbrada estaba a hacer en casa de sus padres. Se puso de puntillas y dejó un suave beso en su mejilla—. Buenos días, por cierto —dijo con la esperanza de mitigar el pesado silencio que se había instaurado. Al darse cuenta de lo que acababa de hacer quiso morirse de la vergüenza pero lo disimuló y fingió que era el gesto más natural del mundo entre ellas.

Si Luz no hubiera encarado el grifo para llenar el vaso de agua quizás se habría dado cuenta que a su espalda, Ainhoa la miraba sonriendo, mordiéndose ligeramente el dedo y que acarició la zona en la que instantes antes habían reposado sus labios.

—No sabía si te ibas a levantar para desayunar así que no he preparado gran cosa. Hay café, zumo...puedo hacerte unas tostadas también si quieres.

—Un café está bien, tengo el estómago un poco revuelto. —Ainhoa se estiró para coger la cafetera, que reposaba aún caliente en la barra americana, y comenzó a servirlo en una taza—. ¿Me lo puedes poner cortado...

—«Cortado con un poco de leche y medio sobre de azúcar, moreno si puede ser». —Imitó la voz de Luz con sorna—. Por supuesto, jefa. Aquí lo tienes.

—¿Te has levantado muy graciosa tú hoy, no?

—No, yo siempre me levanto graciosa, otra cosa es que tú no lo sepas. —Luz hundió su cara en la redonda y ancha taza roja y azul, era muy pronto para estar ruborizándose ya—. Y toma también esto, creo que puede venirte bien. —Le ofreció una pastilla de paracetamol que tomó encantada.

—Gracias, parece que me va a explotar. ¿Bebí mucho ayer?

—¿Tú te lo pasaste bien? —preguntó Ainhoa y Luz asintió, no muy convencida de que quisiera esquivar la pregunta—. Pues eso es lo importante.

Maridaje (Luznhoa AU)Where stories live. Discover now