Violentos acertijos: la batalla del general Reiam

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"Ellas amaron a Dios, y Él las amó a ellas, en justicia anduvieron hasta el día de las bodas, teniendo el favor del cielo consigo." 

Fragmento de las revelaciones del rey Salem.


El aposento del general:

Un soldado apareció al lado del general, saludándolo. Procediendo a leer una nota escrita.

–"..., también, en ello se registró el uso de voluntad de naturaleza, la usuaria tenía la capacidad de modificar sus células y alterarlas estructuralmente según las formas anatómicas de insectos, arácnidos, entre otros tipos de animales, que había tocado previamente" –narraba aquel soldado– se cree que al entrar en contacto con Jera le extendió parte de sus habilidades temporalmente para evitarle el ser lastimado.

–¡Dispongan guardias en aquella habitación, nadie que no sea yo tiene permitido entrar, ni siquiera los capitanes! –ordenó el general.

El general movió la mano, el soldado desapareció.

Pronto regresó a su tienda, durmiéndose entre libros.

Antes de que el sol aparezca salió de la tienda, caminando.

Reiam llegaba al hospital, ordenando a todo el personal de la zona que se aleje, desalojando los cuartos contiguos al de Jera.

–Señor –saludó el muchacho al verlo entrar en la habitación. El general cerró la puerta del cuarto y le ordenó desnudar su torso.

El muchacho obedeció.

Reiam tocó con su palma el pecho del muchacho. No encontró reacción alguna.

–La marca fue removida –respondió el general con asombro– ¡cuéntame la verdad!

–No, no sé, no recuerdo nada, de verdad –le dijo Jera con tono firme.

El general sacó un cuchillo de su cinturón.

El muchacho gritó pidiendo ayuda, Reiam hizo un corte en su mano, una herida de poca profundidad en su palma, pero de donde fluía mucha sangre espesa y oscura.

Jera gritó pidiendo ayuda, Reiam lo sometió con fuerza colocando su mano ensangrentada en la frente del muchacho.

–Rebelión mental: ultraje de memorias –mencionó con autoridad el general, mientras la sangre que brotaba de su cuerpo se expandía en líneas con patrones por toda la cara de Jera, escribiéndose símbolos en su brazo.

El muchacho gritó de dolor, convulsionando, mientras los ojos del general se inyectaban en sangre.

El general cerró los ojos:

–¿Cómo estuvo tu día? –preguntó aquella vez el muchacho a Ania, mientras le daba un beso y la abrazaba por la espalda.

–Muy bueno, aunque pensando, estamos prontos a ir a ver a mis padres –le contestó ella tomando con ambas manos el rostro del muchacho, besándolo.

Algunas conversaciones banales se apresuraron, ellos se despidieron, él se dirigió a su revisión.

–Señor Dren, tenga buenas tardes –saludó Jera entrando a una de las habitaciones del hospital, en donde le esperaba un hombre de muchos años, con el cabello completamente blanco y el rostro lleno de profundas arrugas.

–Mi joven amigo –le respondió– siéntate por favor, en unos minutos empezamos.

Ambos iniciaron, él se había quitado sus ropas, entrando en un círculo que brillaba con luz verde suave, mientras conversaban.

La Simiente Santa - El pergamino de Sangre y Espíritu I #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora