Sueño de sangre nueva

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"... entonces serán maldecidos, por las obras y las visiones perversas, por no tener voz quebrantada."

Fragmento del libro de las profecías de los guardias reales.


¿Qué hacía ahí? ¿En qué momento dejó su casa? Aharon confundido se encontraba parado en medio de la oscuridad, en medio del sonido del viento chocando contra el espesor de los árboles alrededor suyo, podía ver lo que estaba cerca de él gracias a los pocos rayos de luz que penetraban entre las hojas y las ramas, al menos la luna no había dejado de acompañarlo; empezó a caminar en medio del bosque, los árboles le eran enormes, y el brillo azul de la luna le era esquivo de tanto en tanto, había quedado mudo.

Mientras más se adentraba en el bosque, mayor era ese olor mojado a metal podrido. Deseó correr. Quiso gritar, pero su intento se interrumpió por su casi tropiezo con un hueco en la tierra, al ver con atención alrededor suyo se dio cuenta de que estaba rodeado de agujeros que se extendían por todo el terreno, la suerte le permitió no caer en ninguno de ellos.

El viento dejó de golpear contra las ramas de los árboles, el silencio empezó a dominar en su lugar, ahora aquel olor pútrido se sentía caliente, se sentía fresco. Ahora ya podía percibir los finos quejidos, al fondo del hueco delante de él estaba un venado real, el desdichado animal estaba siendo destrozado, el sonido de sus huesos era aterrador.

Empezó a correr. Al fin su cuerpo parecía obedecerle. Un gruñido extraño estaba rodeándolo mientras avanzaba sin saber hacia dónde realmente iba, una sombra aceleraba cerca de él cambiando de lado a cada momento, haciéndolo avanzar por donde le daba la gana, terminando de cara al borde de uno de los huecos en la tierra, pero ahora eran personas rogando que las maten.

La voz de su madre lo despertó, sobresaltado.

Aharon se calló para no ver a su mamá triste, aparentando que estaba esperándola para levantarse; Mesúa lo miró enamorada, para luego pedirle que se aliste para acompañarla, debían de comprar alimentos para un tiempo. En la cama del niño se deshacían escamas azules debajo de las sábanas.

El niño acompañó a su madre por medio de las calles del pueblo, la música empezaba a sonar a la distancia y las personas le estorbaban el caminar a Aharon, solo el agarrarse de la mano de Mesúa le daba un poco de impulso para continuar por el camino.

–Ya, vámonos –inquietaba a su madre, jalándole de la ropa para que esta le hiciera caso– me aburro, hay mucha gente.

Al voltear calló por un momento, Hirs caminaba alrededor de una pequeña pileta con los ojos perdidos mirando su reflejo en el agua.

–Bueno, creo que puedes ir con tu amigo un rato, pero quédate con él ahí, no quiero que te vuelvas a perder –ordenó su madre dejándole avanzar, el niño agarró de la bolsa de tela un par de frutas rosadas y se acercó a su amigo.

–Aharon, hola –dijo Hirs sin dejar de mirar su reflejo en el agua, sin dejar de tocarse el rostro y apretarse los labios.

–¿Otra vez? –le acusó el niño que avanzó queriendo empujar a su amigo por la espalda– no es justo, no se te puede asustar, ni jugar al escondite contigo, ¡toma!

–Gracias –le respondió Hirs abriendo la fruta a la mitad para comer la pulpa llena de semillas.

–¿Y Asun? –preguntó el niño mientras saboreaban el contenido, ensuciándose la cara– no jugamos hace días.

–Está enfermo –mencionó el pequeño, viéndose las manos, visualizando las gotas de sangre de la boca reventada de su hermano.

Era incapaz de tragarse esas palabras, el decirlas le dolió tanto, el no poder pedir ayuda.

La Simiente Santa - El pergamino de Sangre y Espíritu I #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora