Un cumplimiento profético: el remanente escondido

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"Y ese fue el juramento de las primeras madres, el cual pasó a los siete primogénitos, el que todos sus descendientes harían guerra contra las primeras abominaciones, hasta lograr oponerse a sus propios padres."

Fragmento de las crónicas de los guardias reales.


Una estación había pasado:

–¿Cómo se encuentra? –preguntó Cassiel entrando en una de las habitaciones de la nave en donde estaban.

–La última semana abrió los ojos –le contestó Mesúa mientras acaricia el rostro de Aharon– pero sigue sin moverse.

–Entiendo –le respondió Cassiel– ya llegaron ellos.

Mesúa se retiró siguiendo a su esposo.

Pasados los minutos Aharon vio como su madre se sentaba a su lado nuevamente, acariciándole el rostro.

–Eres un hombre fuerte –escuchó Aharon decir a su madre- hemos cometido demasiados errores contigo, por eso no tienes la confianza ni la mentalidad necesaria para hacer todo aquello que se debería.

Su cuerpo se contrajo por un momento, esa no era la voz de su madre.

De las pocas cosas que podían diferenciarlas, esa era una.

–Hola, amor –dijo Fesúa al darse cuenta de que su sobrino la había reconocido.

–¡Aharon! –gritó Dieter desde la puerta de la habitación, acompañado de sus padres.

Aharon gritó mientras llora, abrazando con fuerza a su tía y a su hermano.

Pasada las horas ya había recobrado su espíritu por completo.

–No entiendo –mencionó Aharon.

–Tu tía ha estado cumpliendo con sus deberes de guardia real durante todos estos años, tratando de buscar la liberación de ustedes –contestó Mesúa.

–Pero cuando el riesgo fue muy alto, terminamos contactándola –respondió Cassiel.

–Cuando los rumores de la invasión empezó me llevé a Dieter, para asegurarme que tanto tú como tus padres pudieran pelear sin distracciones –indicó Fesúa- y con las formas en las que los acontecimientos han ocurrido... digamos que hemos ganado ciertas ventajas.

–Distorsión de fe –Mesúa tocó la pared llenándola de sellos mientras cerraba la puerta.

–Es tiempo de que seamos completamente sinceros– indicó Cassiel.

Pasado los días las naves descendieron:

Sedria junto a los sobrevivientes alzaron carpas donde antes estaba la plaza central de Felias.

–Toca comenzar otra vez –dijo el general entre lamentaciones, parado en un estrado improvisado, siendo escuchado por los sobrevivientes, los que eran apenas unas decenas de miles– sé que hemos perdido mucho, pero si nos rendimos ahora todas las muertes serán en vano, aún con dolor debemos de seguir avanzando, por el bien de los que nos sucederán.

Thaem levantaba los escombros a un lado, siendo ayudado por su hijo.

Trarem empezó a llorar.

Cuando Thaem se le acercó, se movió a un lado, pensando que iba a golpearle.

Thaem le abrazó con fuerza.

–Yo también la voy a extrañar –susurró con pena aquel hombre, que por un instante rompió la dureza de su rostro– tu madre era muy importante para mí.

La ciudad real:

Ante la insistencia de los guardias reales el rey reaccionó.

Luego de unos días las ciudades próximas a Felias se aliaron.

Los ejércitos de tres ciudades magnas estaban formados en un extremo de un gran territorio, naves y soldados listos.

Al otro extremo estaba la diosa de los escarabajos, alzada ante los millones de súbditos de su ejército de insectos. A su diestra estaba un ángel con un pergamino en su mano, quien desapareció mientras ella sonreía.

–Es tiempo de traerlos de vuelta –susurró el que perdió su nombre.

Ella emanó una gran cantidad de poder, aquel ejército de escarabajos oscureció el cielo mientras avanzaban, las grandes naves de las ciudades desataron su ataque inicial. El cielo se llenó de caos mientras en la tierra legiones enteran combatían.

Aquellos tres generales atravesaron ese territorio en un instante.

–Al fin algo entretenido -comentó ella mientras era rodeaba, mostrando una gran sonrisa.

Una potente luz cegó todo.

En menos de dos horas exterminaron a aquella plaga.

En la ciudad real:

–¡Es nuestro derecho! –reclamó un hombre delante del rey, mostrando las pruebas.

Los generales restantes no objetaron.

–Bien –resolvió el rey con fastidio– haz como quieras, retírate de mi presencia, esta reunión no tiene nada que ver contigo todavía.

Aquel hombre salió victorioso de esa habitación luego de ser cubierto por aceite.

–Entonces, ¿cómo procedemos ahora? –preguntó Silten mientras caminaba a su lado.

–Llamaremos a nuestros hermanos sobrevivientes –respondió Satros– alzaremos los cuarteles otra vez, tal y como deseó el general Josem.

Felias, dos años después:

–¿Seguro que no quieres venir con nosotros? –preguntó Hirs, mientras Aharon le ayudaba a cargar unas maletas.

–Al menos no por ahora, quiero terminar de solucionar unos asuntos familiares –le contestó sonriendo.

–¿Lo haces porque será bastante trabajo, verdad? –comentó Mejus mientras subía a aquella nave, siendo recibido por Trarem y Lea.

–No creo, de lo contrario no se quedaría, este pueblo es problemático –interrumpió Seb subiendo a la nave.

Aharon sonrió.

–No creo que nada sea más trabajoso que estos últimos tiempos en Felias –contestó él con alegría, despidiéndose de ellos con gran pesar– saluden a los demás, por favor.

Ante sus ojos partía la nave con sus amigos hacia los cuarteles séptimos.

Al ver como se alejaban, la tristeza invadió su rostro. 

Conteniendo la esperanza de un futuro bueno restituyó la inocencia de su espíritu.

La Simiente Santa - El pergamino de Sangre y Espíritu I #PGP2024Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin