Capítulo 10

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El tiempo no era algo de lo que tuviera muy en cuenta, pues en menos de lo que te esperas, las semanas se vuelven meses

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El tiempo no era algo de lo que tuviera muy en cuenta, pues en menos de lo que te esperas, las semanas se vuelven meses. Había pasado tiempo desde que llegó a la mansión, y por desgracia sus avances con aquellos residentes de ese lugar era prácticamente nulos.

Azariel suspiro frustrado. Al ser alguien del que tenian prohibido beber no mostraban interés absoluto de interactuar, por supuesto que esto tan sólo atrasaba el momento en el volvería tener sus preciadas alas.

Pero no podía permitir que bebieran de él, crearía algo de lo que aún no estaba dispuesto a sobrellevar. Abrazo sus rodillas mientras el agua de la bañera cubría parte de su cuerpo.

Empatizar con Reiji no había sido suficiente, tan sólo compartían unas cuantas palabras y eso era todo, el que pensó que tendría mejor relación se aparecia una o dos veces durante la noche, y después estaba Subaru, la persona que pensó que podría crear más rápidos los lazos, ahora sólo se dedicaba a ignorarlo.

No hablaba de los trillizos, pues la nula interacción que tenía con ellos y el cero interés que tenían hacia él tampoco hacia las cosas fáciles al momento de acercarse.

Froto un poco su hombro desnudó intentando buscar consuelo en si mismo, en el amargo y desesperado silencio que yacía en el baño. Al paso que iba, las cicatrices en su espalda quedarían tatuadas por el resto de la eternidad.

—Oe! El megane dice que ba...— Las palabras del trillizo pararon en seco—.

Azariel ni siquiera supo en que momento había entrado, pero tampoco le importaba, aún cuando su cuerpo estaba desnudo delante de una persona, ¿por qué debería sentirse avergonzado?

—¿Que demonios te sucedió?.— Pregunto atónito—.

Azariel cerro sus ojos con fuerza. Lo había olvidado, si, por eso él debía sentirse avergonzado de mostrarse, pues su espalda yacía descubierta ante la atenta y sorprendida mirada del trillizo.

—Ayato.— Murmuro su nombre con desdén. El rostro del vampiro se deformo en ira, y lo único que pudo contemplar a través de los cabellos albinos del chico, era la tristeza plasmada en él—.

—¡Contesta!.— ¿Como no podría exigir una respuesta? ¿Como podría ignorar lo que sus ojos estaban presenciando? No podría, no cuando en la delicada piel de ese chico, dos grandes cicatrices a lo largo de su espalda yacían plasmadas con un profundo y doloroso significado—.

—No se supone que vieras esto, ni tu ni tus hermanos.— Azariel se levantó de la bañera tomando la toalla a un costado, envolviendo su cuerpo para luego terminar de salir del agua por completo—.

—No seré el único que la presencie si no dices que te sucedió.

—¿No crees que estas siendo demasiado entrometido?

—¿No crees que guardas muchos secretos?

—Ayato, no soy el único que tiene secretos, pero si quieres saber sobre esto, supongo que no podré negarme, ven debo ponerme ropa.

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