Capítulo 2

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Puerto Banús, Marbella

Un Mercedes Benz S 680 Guard se estacionó en el Puerto Banús, en la zona estratégica donde su informante le había dicho que encontraría respuestas. Al cabo de un buen rato estacionado, alguien llamó con un toque ligero en la ventana. El cristal antibalas descendió y se oyó una gruesa voz desde dentro.

- Quiero un pequeño dulce rosado. – el hombre de afuera se agachó para observar mejor a quien estaba dentro y le extendía su ID. Leyó su nombre "Héctor Gutiérrez" y devolvió su mirada al hombre, encontrándose con una oscura mirada que le erizó la piel; sin embargo, estaba acostumbrado a tratar con cualquier clase de alimaña.

- No sé de qué me hablas, jefe.

- Lo sabes bien. – desde dentro, extendió un fajo de euros - Me envío Antonio, mejor dicho, el leñador.

- No lo conozco – le dijo devolviéndole el dinero, pero no fue aceptado.

- ¿Acaso no eres, Cobra?

- Lo soy.

- ¿Entonces? Quiero mi pequeño dulce rosado. No tengo toda la noche – suspiró aburrido. Entonces, el tal Cobra después de mirarlo unos segundos, asintió a otra persona y le entregó al hombre del Mercedes Benz, una tarjeta de habitación en un hotel lujoso de Marbella.

- Espero disfrute de su bocadillo... jefe. – Entonces soltó una suave risa burlona.

Condujo hasta el hotel y caminó seguro de sí mismo, como alguien que está consciente de que llama la atención a su alrededor y que impone con su presencia. Su traje oscuro elegante y costoso se entallaba con perfección a sus músculos, y despertaba más de una mirada lasciva en mujeres y hombres. Subió al elevador y presionó el piso correspondiente, donde su dulce rosado le esperaba. Al llegar frente a la puerta, sacó su móvil y presionó algunas teclas para enviar un mensaje que con agilidad borró, junto con un montón de archivos que contenían información que prefería evitar que salieran a la luz, si llegase a suceder lo peor. Abrió entonces la puerta de la habitación...





El Soto, México

Sentada en la cabecera de una mesa enorme, Cristina observaba bailar a los invitados a la celebración para dar inicio a la recolección de la cosecha de algodón. Todos los años, en la Benavente, se invitaba a los trabajadores y sus familias a un convivio en agradecimiento por su labor. La situación de la hacienda no era la mejor, aunque habían trabajado con mucho esfuerzo, las lluvias seguían haciendo estragos en las cosechas, eso sin contar con que algunas empresas habían rescindido contratos importantes. Sin embargo, el ánimo de sus trabajadores no mermaba, eran como una gran familia.

- ¡Vamos a bailar! – invitó Héctor a Cristina, sacándola de sus pensamientos.

- No... - se negó ella riendo, pero él insistió y la ayudó a levantarse, para entonces arrastrarla con suavidad a la pista donde todos se divertían. Julieta los observó de lejos y su corazón crujió un poco al verlos sonreír divertidos. Sin embargo, uno de los hacendados vecinos llamó su atención, haciendo que se olvidará unos instantes del asunto.

- ¡Estás hermosa! Como siempre. – halagó Héctor a Cristina cuando ya estaba entre sus brazos.

- Eres un adulador - le dijo riendo. La música cambió por una melodía más lenta.

Oscuro FrenesíWhere stories live. Discover now