Capítulo 4

497 71 21
                                    




- No deberíamos estar aquí. - sonrió Cristina con los ojos llenos de diversión.

- Estamos bastante lejos de la hacienda. - comentó Dionisio tomando el rostro femenino entre sus manos.

- Casi se pone el sol y todavía no conocemos bien la hacienda.

- Solo serán unos minutos - le susurró él sobre los labios y ella cedió al instante. Tenían poco tiempo de haber adquirido la propiedad. Cristina había convencido a Dionisio de vivir en la tranquilidad que ofrecía el Soto, aunque la realidad no había sido un esfuerzo convencerlo, él estaba deseoso de complacerla en todo desde que la vio por primera vez.

Después de un buen rato, entre besos y caricias, Dionisio la dejó respirar y Cristina suspiró enamorada.

- Te amo, Cristina - le confesó una vez más.

- Y yo a ti. Para siempre - aseguró ella al tiempo que lo abrazaba. Para ese entonces, Cristina comenzaba a gestar el producto de su amor por Dionisio.




Ese recuerdo se coló de manera inoportuna en la mente de Dionisio; al instante en que vio como Cristina se ponía de pie con rapidez y empuñaba una hoja de papel que, instantes antes leía con atención.

- ¿Qué haces aquí? - reclamó con fastidio, al tempo tiempo que con disimulo se limpiaba una traicionera lágrima.

- Quería hablar contigo, probé a ver si te encontraba aquí.

- Que acepte, por obligación, que estés en la hacienda, no quiere decir que tenga que aguantar tu presencia. - Dionisio sonrió un poco y trató de desviar la conversación.

- ¿La cabaña del lago aún existe? - preguntó mirando a Cristina con intensidad.

- Sí.

- ¿Me acompañas a verla?

- Por supuesto que no.

- Antes no eras tan arisca, Cristina. - Le dijo acercándose un poco. Ella se molestó y dio un paso atrás, tropezándose. Hubiese ido a parar al suelo, de no ser porque Dionisio la sostuvo con fuerza, pegandola a su cuerpo. Con la misma rapidez, Cristina se deshizo de su agarre, pero ahora luchaba por controlar el ritmo acelerado de su corazón.

- ¿Por qué volviste? Te fuiste hace diez años y no te importó nada. ¿Por qué regresar? - se lanzó a preguntarle. - No creo que sea por dinero. A la hacienda le ha ido bien, pero no nos engañemos, tú tienes más dinero que yo. Así que no entiendo qué buscas al regresae.

- Tienes razón... no es dinero lo que busco. No me interesa.

- Entonces, no te molestará que le diga a Héctor que redacte un contrato donde me concedes tu parte de la hacienda..a fin de cuenta, me lo debes. - la mención de Robledo incomodó a Dionisio.

- ¿Qué dirías si te digo que regresé por ti? - Cristina dio un paso atrás de nuevo, necesitaba poner distancia entre ellos.

- Te diría que eres el ser más cínico que hay en el planeta tierra. - con fuerza empuñó las manos y en el proceso arrugó aún más el papel que antes leía. - Te fuiste sin que te importase cómo me sentía.

- Eso no es cierto. - le dijo enojado.

- ¿No? Te fuiste dejando una escueta nota pidiendome perdón. Vaya forma de acabar con una relación. - se burló, Cristina sentía crecer el resentimiento que había estado guardando por años. Ya las palabras no las podía contener. - Me dejaste cuando más te necesitaba. No te importó que estuviese sufriendo por mi hija..

Oscuro FrenesíWhere stories live. Discover now