Capítulo 5

583 63 22
                                    

Esteban regresaba de las caballerizas
después de una larga jornada de trabajo. Suspiró y estiró su cuerpo, pero captó un movimiento en la terraza de Cristina y maldijo por lo bajo al ver de qué se trataba. Su cuerpo se puso en tensión, dispuesto a pelear, pero sabía que no conseguiría llegar a tiempo. Entonces, emprendió camino hacia la casa, tenía que detener cualquier avance de Dionisio. No iba a permitir que arruinara su vida una vez más; Cristina había sido suya primero, y volvería a serlo. Ya había desaparecido una vez, quizás, y con un poco de empeño, esta vez lograba que la desaparición de Ferrer fuera definitiva.





- Sí, estoy despierta. Dame un momento, Esteban. - habló con voz elevada Cristina, sin que le importase la mirada enfurecida de su exmarido.

- ¿Vas a abrir la puerta vestida así? - bramó cada vez más enojado.

- Aun si lo hiciera, no es de tu incumbencia. - Con enojo, tomó con fuerza la bata de dormir y se tapó. Estaba frustrada por la interrupción, pero que Dionisio la tratara como su propiedad, hacía que le hirviera la sangre.

- Cristina... - le agarró el brazo para impedir que abriera, pero ella miró la mano que la apresaba y luego le dirigió una mirada a los ojos; parecía querer decirle que, si no la soltaba, acabaría muy mal. Dionisio suspiró frustrado y la soltó sin más remedio.

- ¿Qué sucede Esteban? - preguntó, apenas abrió la puerta.

- El cerco que limita con la propiedad de tus padres está... - pero la voz de Esteban se apagó cuando vio la figura de Dionisio tras Cristina. - No sabía que había interrumpido. - mintió. Cristina no se volvió, sabiendo con certeza que Dionisio se había parado detrás de ella para marcar territorio.

- No interrumpes nada. Dionisio ya se retiraba.- Comentó con los dientes apretados, tratando de hablar con la mayor normalidad posible.

- Cristina...

- Buenas noches, Dionisio. - sentenció Cristina sin volverse a él. Después de unos segundos interminables de silencio, Dionisio salió de la habitación, no sin antes dirigirle una mirada de odio a Esteban, que fue correspondida con el mismo sentimiento. Cristina soltó el aliento que contenía, cuando finalmente Dionisio se fue. - Disculpa, Esteban. ¿Qué me decías?

- Nada... en realidad, vine con una excusa. - ella lo miró con el ceño fruncido. - Vi a Dionisio trepando por tu ventana; me imaginé que necesitarías una excusa para deshacerte de él. - La mujer se quedó mirando a su amigo y un reclamo murió en su boca. ¿Qué iba a reclamarle? Que interrumpiese la sesión de sexo que podría haber tenido con su exmarido, ¿quizás? Sacudió la cabeza, y solo puso soltar un "gracias", casi inaudible. - ¿Vas a permitir que Dionisio te rompa el corazón de nuevo?

- No. No lo permitiré. - Aseguró ella, aunque en el fondo no estaba segura si, en realidad, ya se lo estuviera rompiendo una vez más.








Cristina se levantó tarde, después de haber pasado una horrible noche de insomnio. Se sentó en la mesa del comedor, y solicitó le prepararán un café y algo ligero para desayunar. Acariciándose las sienes, la encontró Julieta.

- ¡Vaya! Alguien parece estar sufriendo por sus malas decisiones. – le comentó con un tinte de enojo en su voz.

- ¿Estás de mal humor? Pues ya somos dos.

- No puedo creer que estés pensando en serio tener una relación con Héctor. – le reclamó

- ¿Por qué no? Ya bastante tiempo he estado sola, y él me ama. – recibió el café de mano de Rosa, que se despidió rápidamente, al notar que estaban discutiendo.

Oscuro FrenesíUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum