Capítulo 1: El ladrón

308 29 0
                                    

SIGLO XIX

El clima era frío y nubloso, una gran capa de humo cubría toda la ciudad; carruajes salpicaban el agua de la reciente lluvia. Todas las personas alrededor caminaban tranquilamente, alguno que otro niño corría en la calle pateando un balón, otro hombre en una banca leyendo tranquilamente el periódico.

Esos eran los sonidos normales en la ciudad donde Pierre ahora habitaba.

—¿papá en serio tienes que irte?—Pierre cerró la ventana que daba a la calle al escuchar la voz de su hijo

—Lo siento Leo—le acarició el cabello— no tardaré mucho y estará aquí contigo la señora Rosa, vas a divertirte mucho.

—¿Te irás por mucho tiempo?—Pierre le sonrío en un intento de tranquilizarlo

—Volveré lo más pronto que pueda, lo prometo— entrelazó el dedo meñique con el de Leo en un símbolo de promesa— y cuando regrese, te compraré lo que tú quieras

—¿un ferrocarril?— los ojos del niño brillaron con fuerza

—Claro que si, pronto tendrás todo lo que desees— Pierre le dio un beso en la frente y tomó su abrigo del perchero

—No se preocupe señor, yo lo cuidaré bien y le comunicaré si sucede algo— le dijo Rosa cuando tomó la mano de Leo para despedir a su padre.

—Muchas gracias— Pierre le dio un abrazo y después sacudió por última vez el cabello de Leo antes de salir de la casa.

<<<<<<<<<<<<<<<<

—Señor, en cuanto lleguemos al castillo deberá presentarse ante el rey y de ahí una junta con el consejo—Dos hombres viajaban en un carruaje por los estrechos caminos en el bosque para llegar a la capital.

—Espero que el trato comercial sea bueno—exclamó el hombre gordo mirando hacia la ventana— no quiero haber viajado por mas de dos días para nada.

—No se preocupe señor. Esta ciudad es una de las más ricas del país, de hecho es consider...—el hombre quedó a la mitad cuando el carruaje se detuvo brutalmente.

—¿Qué sucede?— dijo el comerciante rico— miró alrededor por la ventana esperando ver lo que causó el repentino congelamiento. Al no ver nada miró a su acompañante que temblaba de forma violenta—¿Qué haces ahí parado? Sal a ver lo que sucede.

—S-si señor— el hombre bajó rápidamente del carruaje y cerró la puerta tras de él.

El comerciante esperó unos minutos sentado, esperando que su vasallo regresara y le dijese que no era nada, cuando mucho un animal que se había cruzado en el camino . Pasaron minutos hasta que el hombre decidió bajarse para mirar el problema él mismo. Al bajar del carruaje lo primero que vio fue a su cochero, su guardaespaldas y su acompañante tirados en el suelo completamente inconscientes. El hombre, asustado, regresó por donde había venido pero al dar la vuelta, se dio cuenta que un hombre encapuchado estuvo todo el tiempo detrás del él. Como una sombra.

Lo último que vio fue una gran vara dirigiéndose a su cabeza, e inmediatamente perdió el conocimiento.

>>>>>>>>>>>>>>>>

—Oh Dios mío, parece que ha sido una mañana muy interesante Pierre—Marcus, el dueño de una tienda de curiosidades en el mercado de la ciudad, y al que Pierre podría considerarlo como su jefe; veía a Pierre llegando con dos bolsas, una de las cuales tintineaba de una forma que era música para los oídos de Marcus

—Tuve un poco de suerte cuando me dirigía para acá—Pierre puso las dos bolsas sobre el mostrador. Marcus las abrió con prisa; en una de ellas se encontraban múltiples conjuntos de ropa que se podrían vender a un buen precio y en la otra era una bolsa mas pequeña pero estaba repleta de monedas de oro.

Mi única vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora