d i e c i s i e t e (e4)

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Maia dio vueltas y vueltas en la cama intentando conciliar el sueño, no tenía ganas de asistir a ninguna fiesta, tampoco quería ver a nadie ni mucho menos fingir que era feliz. Quería quedarse acostada y desaparecer, que sus pensamientos se apagaran y la dejaran descansar, acción que parecía imposible, ya que cuanto más se esforzaba por no pensar, más lo hacía.

Habían pasado alrededor de dos horas desde que había hablado con Finnick y aún no tenía noticias, además de que el tiempo parecía transcurrir diez veces más lento de lo normal.

Llegó la hora de comenzar a arreglarse y aún no tenía noticias, sus estilistas se encargaron de peinarla y arreglarle las uñas, ya que no había podido dejar de morderlas, destrozando todo el trabajo del día anterior.

La vistieron con un corto vestido rojo, ajustadísimo, incluso sentía que le costaba respirar. Los tacones eran color beige, abiertos y demasiado altos para su gusto, en cuanto terminaron con ella les sacaba por lo menos quince centímetros a todos.

—Mi modelo —sonrió Wanda desde el umbral de la puerta.

—Tu modelo podría romperse el tobillo con estas cosas o quedarse sin aire —se quejó, haciendo reír a la mujer.

Wanda se acercó a la chica y la observó desde todos los ángulos para revisar que el maquillaje, el peinado y el atuendo estuvieran bien.

—Hermosa como siempre —susurró, haciéndola sonreír.

Le acomodó un bonito collar de perlas y unos aretes a juego, eran hermosos y por lo que Maia alcanzó a ver debían haber costado una fortuna.

—Lista —sonrió su estilista.

—Son preciosas —susurró, observando las joyas en el espejo.

—Finnick tiene buen gusto —comentó la mujer con media sonrisa, guiñándole el ojo.

Antes de que Maia pudiera replicar, Wanda ya había desparecido, dejándola con el ceño fruncido y la palabra en la boca. ¿Finnick había comprado eso para ella?

Respiró con fuerza intentando suprimir el sentimentalismo que crecía dentro de ella, quería ponerse a saltar como niña pequeña. La sonrisa no se le borraba del rostro por más que intentara disimularlo y sabía que sus ojos brillaban. Odiaba que Finnick provocara eso en ella, cada vez se volvía más difícil esconderlo y a quién engañaba, tenía los sentimientos a flor de piel.

—Qué bonita —escuchó decir a Annie, quien la observaba desde la puerta.

Maia no sabía cuánto tiempo llevaba su hermana observándola, sólo esperaba que su sonrisa hubiera pasado desapercibida.

—Gracias —murmuró Maia, intentando no verse incómoda.

—Hablé con Finnick —dijo la pelirroja, sentándose en el sofá que estaba frente a Maia.

La castaña la imitó y tomó asiento junto a su hermana, no se atrevía a mirarla a los ojos.

—¿Y?

—Me dijo lo que ustedes hacen, básicamente se acuestan para entretener a su público.

Maia asintió.

—¿Por qué no me lo dijiste?

La mayor suspiró, sin saber exactamente qué decir. La verdad era que no se lo había dicho por miedo y porque una pequeña parte de ella disfrutaba de esos encuentros con Finnick, falsos y esporádicos, sí, pero era lo más cercano que tenía a un amigo. Y sí, también odiaba a Odair por lo que había hecho, sin embargo, estaba consciente de que el rubio la quería y se preocupaba por ella, quizá era el único que lo hacía y le aterraba perderlo. Por egoísta que sonara, sabía que el decirle a su hermana implicaría sacarlo de su vida y no quería tener que hacerlo. No lo quería cerca pero tampoco lejos y eso la estaba volviendo loca.

shadow || finnick odairWhere stories live. Discover now