c u a r e n t a

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Al escuchar los gritos de Annie aparecieron los Agentes de la Paz, quienes se quedaron congelados al ver la escena

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Al escuchar los gritos de Annie aparecieron los Agentes de la Paz, quienes se quedaron congelados al ver la escena. Maia aprovechó que no prestaban atención para clavar el cuchillo al hombre que tenía junto a ella. ¿Snow buscaba un monstruo? Lo tendría.

Logró herir a otros dos antes de que lograran contenerla entre tres de ellos. Había olvidado lo mucho que le dolía la espalda, tampoco se había percatado de que su boca sangraba ni de tener las manos cubiertas de sangre.

La arrojaron a su celda con fuerza, haciendo que la chica vomitara la cena y sangre, muchísima sangre.

Johanna la miró.

—¿Y a ti qué te hicieron?

Maia ni siquiera recordaba la voz de Johanna, llevaban días sin hablar.

—Maté a dos de ellos —murmuró antes de desplomarse.

Escuchó las carcajadas de Johanna y después sus ovaciones.

—¿Sólo dos? —se burló—. Te estás quedando atrás, Maia.

Maia intentó reír, pero comenzó a ahogarse y terminó por escupir sangre.

—Peeta lleva tres de ellos. Son bastante crueles pero tienen una nuez en el cerebro.

De pronto todo se volvió negro y Maia perdió el conocimiento, quizá por días.

Lo único que alcanzó a distinguir antes de desmayarse fue a Finnick mirándola decepcionado.

• • •

Cuando despertó estaba limpia, la habían bañado y curado las heridas, supuso que esto último era para poder infligirle algunas nuevas.

Apenas se puso de pie aparecieron los Agentes de la Paz para sacarla de ahí. Le vendaron los ojos, por lo que no pudo saber a donde se dirigía, pero estaba segura de que la habían sacado del sótano y de que la habían trasladado en auto.

Cuando le quitaron la venda tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse a la luz que las ventanas dejaban entrar a la elegante sala. Frente a ella se encontraba el presidente Snow. Sonrió al verlo y el hombre la miró divertido, como si fuera justo lo que esperaba.

—Señorita Cresta, llevo varios días queriendo hablar con usted.

—Últimamente muchos quieren hacerlo, supongo hay fila.

Snow rió levemente, analizándola con sus característicos ojos de serpiente.

—Debo decírselo, siempre me sorprende.

—Lo escucho seguido —tosió—. Dejemos las cordialidades a un lado, ¿quiere? Creo que tiene algo qué ofrecerme y yo tengo una respuesta para eso: no.

Snow sonrió y después la observó por un rato, como si estuviera pensando qué decir.

—Debo decirlo, señorita Cresta, nunca entendí por qué usted no fue el Sinsajo. Ha probado ser una mujer excepcional —Maia sonrió.

shadow || finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora