c u a t r o

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Maia pasó una noche horrible, las pesadillas no pararon de atormentar sus sueños y al despertarse no se tranquilizó

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Maia pasó una noche horrible, las pesadillas no pararon de atormentar sus sueños y al despertarse no se tranquilizó. Lo que había ocurrido en la noche había sido sólo eso: una pesadilla, lo que le esperaba en unos cuantos días no lo sería.

Al instante se metió a la ducha buscando relajarse, aunque no tuvo el efecto deseado. Intentó con todas sus fuerzas no pensar en eso, tranquilizarse, pero a quién engañaba. Estaba segura de que no volvería a estar tranquila en lo que le quedaba de vida.

Saliendo de la ducha se hidrató el cuerpo con crema y se cepilló el cabello para atarlo en una coleta alta. Frente al armario habían dejado el traje de entrenamiento, se trataba de unos pantalones negros ajustados, una sencilla remera sin mangas, igualmente negra, con el número 4 en la espalda y zapatos de cuero.

Se miró al espejo, por fin parecía ella misma. Aunque su reflejo la aterró, nunca esperó verse vestida así, con ropa de combate.

Se dirigió al comedor, Finnick era el único que estaba ahí desayunando mientras daba sorbos al café.

—Finnick —dijo Maia a manera de saludo.

El rubio le dedicó una radiante sonrisa y Maia se preguntó cómo lo hacía, cómo podía lograr sonreír tan naturalmente y que además fuera real. Eso, o quizá Finnick se había vuelto un mentiroso de nivel.

Comenzó con un sencillo plato de fruta con yogurt y algunos cereales para después comer huevo y de más. Había decidido disfrutar al cien por ciento de la comida, estaba segura de que nunca volvería a comer así o, mejor dicho, nunca volvería a comer.

No tardaron en aparecer Hada y Thomas, ambos radiantes. Maia estaba segura que la única con un humor de perros era ella, aunque no entendía el por qué todos estaban de tan buen humor.

—Bueno, vayamos al grano —dijo Finnick apoyando los codos sobre la mesa—: el entrenamiento. Pueden entrenar juntos o separados, decidan.

Maia miró a Thomas, quien le dedicó una tímida sonrisa, por supuesto que entrenarían juntos, no se atrevía a dejar al niño solo.

—Lo haremos juntos —afirmó Maia.

Finnick la observó por unos segundos aunque la chica no entendió a qué venía esa mirada.

—¿Ninguna habilidad secreta? —preguntó encarnando la ceja.

Maia se encogió de hombros, no hablaría de eso.

—Entonces entrenarán juntos. Ustedes pueden decidir si mostrar sus habilidades o parecer indefensos, cualquiera de las dos técnicas es buena; además, consideren que después del desfile los tributos ya repararon en ustedes. No serán un cero a la izquierda.

Maia asintió.

—¿Saben hacer trampas?

—Algo así —masculló la chica—. Muy básicas.

shadow || finnick odairWhere stories live. Discover now