t r e i n t a y n u e v e

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La despertaron los ensordecedores gritos de Johanna, quien se retorcía en la celda de enfrente

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La despertaron los ensordecedores gritos de Johanna, quien se retorcía en la celda de enfrente. Maia no alcanzaba a distinguir qué estaba ocurriendo, tampoco pudo incorporarse, se quedó justo donde estaba. No le cabía duda de que la muerte le estaba tomando la mano, sentía el cuerpo débil, apenas si podía abrir los ojos. Se observó las manos, estaban cadavéricas. Se sentía más muerta que viva.

Finalmente los sacaron a todos de sus celdas, aún desnudos y en los huesos. Los llevaron a una especie de comedor que tenía el suelo alfombrado, en cuanto los dejaron ahí las puertas se cerraron y los Agentes de la Paz desaparecieron.

Maia los miró, ambos estaban esqueléticos y con un aspecto terrible, no recordaba haber visto a nadie así.

Antes de que pudiera hacer algo, cayó al suelo y se golpeó la cabeza. No quedó inconsciente, simplemente se quedó ahí, mirando al techo esperando a que los quemaran, ahogaran o cualquier cosa que hubieran planeado para torturarlos ese día. Quizá podían arrojarles mutos y acabar con ellos de una buena vez.

Escuchó un golpe y luego otro, Peeta y Johanna también habían caído.

Se quedaron ahí por horas, tirados, sin poder dormir, sin poder comer, sin poder pensar. Sólo respiraban y Maia deseó dejar de hacerlo.

—Se les proporcionará ropa limpia, alimento, bebida y un baño —habló una voz.

Ninguno se movió cuando apareció una mesa enorme con comida y agua, tampoco cuando frente a ellos se abrió una puerta con una regadera. Maia no quería nada de eso, sólo deseaba morir y para morir no requería alimento ni bebida, ni siquiera estar limpia.

Perdió la consciencia o al menos eso creía ella. Cuando despertó, Peeta la sostenía mientras Johanna la ayudaba a bañarse.

Miró a Peeta, quien tenía los ojos llorosos. Ya estaba vestido, al igual que Johanna, ella era la única que aún estaba desnuda. En cuanto terminaron de bañarla se encargaron de vestirla. Le enterneció el respeto con el que Peeta lo había hecho, sin una pizca de morbo; aunque seguramente era un cadáver, no había mucho qué observarle.

Los tres se sentaron a comer, Maia y Johanna de un lado con Peeta enfrente. Apenas pudo comer un pequeño trozo de carne sin sentir que iba a vomitar. Sin embargo, bebió agua, mucha agua.

Peeta no tardó en ir a vomitar, había bebido demasiada agua en muy poco tiempo.

Se quedaron sentados un rato más, esperando a que los sacaran de ahí para llevarlos a su celda. Ninguno hablaba, todos tenían la mirada perdida.

Peeta extendió las manos sobre la mesa y Maia no dudó en tomársela, tomando también la de Johanna. Sabía que no podían hacer más, pero le consoló que al menos se tenían el uno al otro.

Apareció un hombre con una sonrisa burlona, tenía el cabello rubio y los ojos azules, parecía tremendamente divertido.

—¿Y bien? ¿Quién quiere empezar? —dijo mostrando una especie de cuerda.

shadow || finnick odairTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang