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—Te dije que te iría bien —yo me senté en el borde de su cama, sonriendo. Ya me había vestido, y en ese punto de convivencia ya no me interesaba vestirme frente a mis compañeros de cuarto, incluyendola. Mi cuerpo era algo que no me causaba inseguridad, y sentía que con las conversaciones bobas que todo el cuarto tenía por las noches ya podía comenzar a ser más yo. Por esa razón tampoco me importaba bromear con Wendy de la forma en que lo hacía.

—Gracias. Tenía un poco de miedo de que rompieran el pacto, pero me parece que hemos creado una hermandad aquí —ella estaba sacando sus cosas (la primera vez que lo hizo me sorprendí al ver qué eran los mismos productos que mi mamá vendía, y eso me sirvió para iniciar una conversación, pero ahora ya no podía volver a sacar el tema, sería extraño), está vez ella quería arreglarse las uñas, no era la primera vez que la veía hacerlo.

—Lo sé, te noté un poco tenso. Es interesante ver que se formó un grupo completamente honesto y sincero con cada uno de los miembros. No quiero ni maginarme como será cuando esto termine, pero ha sido una sorpresa demasiado grata, jamás me imaginé que surgiera algo así. Y a veces me gustaría estar en el otro cuarto, los sentimientos y las conversaciones que surgen ahí deben de ser muy distintas —yo asentí, me gustaba escucharla, y también me gustaba tomar todas sus cosas, así que empecé a revisar lo que tenía ahí—. En fin, por ahora relajate y disfruta esta semana. 

Yo sólo asentí, leyendo un pequeño contenedor de plástico. 

—Gracias.

—¿Quieres que te ponga esas? —cuando levanté la vista ella tenía una enorme sonrisa a la que no pude evitar contestar con otra. Jamás me habría negado a hacer algo que la emocionaba.

—¿Qué es?

—Son parches para los ojos. Son demasiado refrescantes, bajan la hinchazón y se supone que elimina las ojeras. Verás que te relajarás mucho —le sonreí.

—Está bien pues —con esa hermosa sonrisa que la caracteriza se levantó, y me dijo que iría a lavarse las manos. Cuando regresó me pidió que me recostara, lo hice en su cama, entonces ella puso esos parches ahí.

—No era necesario que te recostaras, pero debes descansar —le sonreí, y mientras esperaba la veía seguir arreglando sus uñas, planeaba pintarlas.

—¿Y si me duermo en tu cama? —cuestioné divertido. 

—No pasa nada, puedes ponerte las mantas si quieres —ya no dije nada, me dejé llevar por la sensacion refrescante debajo de mis ojos.

—Un día de estos voy a hacerte algún skin care. Nadie más aquí se dejaría, sólo Emilio tal vez, pero me da pena decirle.

—¿Está mal mi piel? —cuestioné haciendome el ofendido.

—Claro que no, tiene una piel muy bonita de hecho, pero te usaré como una forma de pasar el tiempo.

—Ah, estás que me usas oe. ¿Eso soy para ti, un juego? —ella comenzó a reír.

Enigma [Nicola Porcella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora