21. Sobriedad

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«People started talking, putting us through our paces
I knew there was no one in the world who could take it
I had a bad feeling»

Dancing with our hands tied - Taylor swift 

AMANDA.

Más saben las locas sinvergüenzas por locas que por sinvergüenzas.

El sur de Florida es precioso, agradezco que Tom tuviera la grandiosa idea de hacer escenas en las playas de Miami, la que venimos a grabar en específico es de mis favoritas; una pedida de matrimonio en la puesta de sol con fuegos artificiales. El viaje en el bus del equipo es entretenido, no puedo contar la cantidad de palmeras que hay plantadas en las calles, los rayos a través de la ventana me queman la piel.

Escogimos quedarnos en un mismo hotel, mi padre es amigo de los dueños de The Savoy así que nos consiguió sitio a más de treinta personas en temporada alta sin problemas. Mi maleta no tiene mucha ropa de verano más que un par de faldas, desde antes de encontrar la habitación ya tengo el chat con mis amigas explotado ordenando que salgamos de compras.

—¿De dónde salió ese sujeto? —cuestiona mi padre—. ¿Se ha colado?

—Oh, no, es mi... —me aclaro la garganta—. Es el barman personal de Ron, somos amigos.

—Pues deberían haberme dicho antes, la cantidad de habitaciones que pedí es justa y ya no hay nada qué hacer si lo quieren alojar aquí.

Asiento, hablo esto a espaldas de Jim, sin intercambiar una palabra con nadie más choco contra las personas del equipo en camino a buscar a Ron habitación tras habitación.

No puede estar muy lejos de Tom, lleva tres horas contándole sobre la boda, el plan y este ya lo ha maldito por no haberlo comentado antes, no entiendo cuál es su latente interés.

—¡Hey! —exclamo—. Necesito tu ayuda.

—Si es sobre el gato, Tom dijo que tiene un amigo que nos puede conseguir el tono de naranja ideal. —contesta Ron, quien está muy ocupado acomodando sus tres libros en el cajón como para verme a la cara.

—Es que ya no hay sitio para Jim, entonces quería pedirte que uses tus poderes de superhéroe famoso y millonario para conseguirlo.

—Amanda, con el dinero que le di podría ir a rentar un cuarto a otro sitio. No estaremos aquí más que un par de días.

—¡Qué desconsiderado eres con tus empleados!

—Averigüé al ingresar al lobby, no hay lugar, está todo lleno e incluso parte del plantel comparte su estadía por ello.

—¡Cierto! —una gran idea florece en mi cabeza, chasqueo los dedos—. Pueden compartir cuarto.

—¿Que? No. No lo conozco lo suficiente.

—¿Y Tom?

—Con su hija.

Frustrada, escudriño el alrededor de su habitación, es la más grande de todas y caben seis personas más a la perfección. No tiene caso, Ron no soporta siquiera cruzar palabra con personas que no conoce a profundidad.

—Bueno —me cruzo de brazos—. Le voy a dar mi habitación.

Ron me observa como si estuviera loca, no por ello deja de sonreírme, sigue acomodando sus pertenencias sobre la mesita de luz. Me percato que trae un par de las chucherías que compramos en la farmacia.

—¿En dónde dormirás entonces? —indaga divertido.

—Contigo —establezco al dejar mi maleta encima de su cama—. Iré a darle las llaves, ya vuelvo.

No apto para estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora