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—¿Alguien más lo sabe? —Robert quería asegurarse que no se lo había dicho a Sanders para poder contactarlo a él.

Ese idiota regaría el chisme con mucha rapidez y eso lo pondría en aprietos. Nadie en el trabajo debía enterarse por ahora que iba a ser padre. Su vida personal nunca iba a ser un tema en la oficina de policía. Se negaba rotundamente a ello.

—Solo mis amigas. —la escuchó suspirar con fuerza y se giró unos centímetros para verla bien. Estaba inquieta.

—¿Qué sucede?

—Mi madre no tiene idea de lo que está pasando. Ella es muy estricta y sé que va a molestarse mucho.

Robert estuvo a punto de decir algo grosero, pero prefirió guardárselo para sí. Abby no se veía tan joven como para que le agobiara tanto la opinión de su madre. Es decir, él no era indiferente a lo que sus padres pudieran sentir con esa situación, sin embargo, ellos no tenían voto en su vida y jamás lo obligarían a hacer algo que no quisiera. Ya era un adulto y podía controlar sus decisiones. La castaña parecía no tener esa posibilidad por lo que le había demostrado hasta el momento.

Luego empezó a conectar las pocas cosas que sabía. Si Abby no salía con Sanders y solo habían tenido una cita en aquella ocasión lejana debía ser debido a su madre. Sanders también era de familia acomodada y de seguro esa era la razón por la que ellos estuvieron juntos en el bar.

Había conocido a muchas personas que debido al dinero seguían a merced de sus padres y no cuestionaban sus órdenes, incluso con una edad avanzada y una vida hecha. La castaña debía ser otro ejemplo de eso.

Quedar en embarazo sin estar casada adecuadamente se consideraría un error garrafal en su clase social y si la madre de Abby era tan estricta como ella había dicho entendía a la perfección su miedo. Además, se veía como la típica hija modelo que no hacía nada malo nunca. Tampoco le parecía que fuera rebelde o grosera. Por ello comprendía el dilema que tenía la mujer a su lado.

—¿Has estado bien? Me refiero en cuanto a tu salud. —preguntó para intentar distraerla.

—Si. Bueno, los síntomas típicos de un embarazo.

A su mente llegó el recuerdo de su hermana Grace vomitando, cansada y con los pies terriblemente hinchados. Nancy con sus cambios de humor y llorando cada dos por tres. Laura con sus antojos extraños y los dolores de espalda y cabeza.

Abby no parecía estar experimentando nada de eso. Tenía el vientre plano o eso podía apreciarse por el vestido que llevaba. La noche en la que se habían conocido ambos habían bebido y para ser sincero había salido con varias mujeres después de ella en esos dos meses, por lo que le era difícil recordar con exactitud cada uno de sus rasgos. Para él no había cambiado en lo poco que tenía en su mente.

Se había quedado con que la castaña era apasionada en sus brazos, era bonita, besaba de maravilla y hasta le dio la impresión de que era demasiado amable y tierna con todos a su alrededor.

—¿Solo has tenido malestares está semana?

—Por tres semanas, pero no sabía que estaba embarazada, pensé que era una especie de gripe estomacal. —le explicó con actitud desanimada. Para ella no debía ser sencillo estar esperando un bebé de un completo desconocido. Su único contacto en común era Sanders y no sabía qué tipo de cosas le había contado sobre él. Ambos se detestaban y ninguno diría nada bueno acerca del otro.

—¿Has ido al hospital o a ver a un doctor?

—Aún no.

—¿Y cómo estás tan segura del embarazo? —un deje de esperanza se abrió paso en su mente y creyó que ella podía estar equivocada.

Flores para AbbyWhere stories live. Discover now