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Abby apartó sus ojos de la mezcla para tarta que estaba preparando para centrarse en Robert y Aiden.

Desde que su hijo había aprendido a decir "papá", estos dos no se separaban ni un poquito. El detective estaba eufórico de que esa fuera su primera palabra y ahora estaba empeñado en que dijera "mamá".

Magnus estaba cansado de jugar toda la mañana y estaba durmiendo plácidamente en su cama.

Le encantaban los días así. Con la llegada de Agosto las temperaturas habían disminuido y la temporada de lluvias había empezado. En ese instante el cielo estaba nublado y uno que otro rayo sonaba a veces.

Estaban atrapados en el departamento de Robert y a ella se le había ocurrido hornear un pastel para pasar la tarde.

El teléfono del hombre sonó por quinta vez y la sonrisa que siempre tenía cuando miraba a Aiden fue reemplazada por una línea recta. Sabía que no era un asunto relacionado con el trabajo porque rara vez solían molestarlo un domingo.

Abby había intentado sacarle información y resolver sus dudas pero él la evitaba y desviaba la conversación. Había notado su incomodidad y enojo cada vez que tenía el dispositivo en la mano. No era algo nuevo. Habían pasado semanas desde el drástico cambio en él y no parecía mejorar.

Había compartido sus pensamientos con Mike la noche anterior cuando habían cenado juntos y Robert se había ido unos minutos para cambiar el pañal del bebé.

Michael había asegurado que las cosas en la estación de policía iban viento en popa y el ascenso que ambos habían estado buscando les iba a ser otorgado a finales de año. En conclusión, algo más estaba sucediendo y Robert no pensaba compartir los acontecimientos con nadie. Ni con su amigo ni mucho menos con ella.

—Lamento que los planes se hayan estropeado. —la sorprendió abrazándola desde atrás. Había estado tan inmersa en sus cavilaciones que no lo escuchó levantar e ir hasta la cocina. —Íbamos a pasar un momento estupendo en el zoológico.

—No es como si pudieras controlar el clima. —bromeó y le dio a probar la mezcla de chocolate. Gracias a las clases de cocina había mejorado todas sus recetas y el gran ganador era él porque era quien probaba todos los platillos.

—Está deliciosa. —aprobó la receta y ella no dudó en meter al horno el molde. —Tal vez más tarde podamos divertirnos solos tú y yo.

Sintió sus manos grandes y cálidas en su cintura, ascendiendo hacia sus pechos de forma sugerente y su cuerpo reaccionó de inmediato. Ese hombre tenía un gran poder sobre ella y todos sus sentidos.

—¿Algún juego en mente?

—Uno en concreto. —su voz pasó a ser ronca y el bulto en sus pantalones se apretó contra sus nalgas. —Te necesito tanto, Abby.

Los besos en el cuello mientras la abrazaba era un ritual devastador para ella. Desde que había recuperado su libido Robert y ella hacían el amor casi a diario. No se imaginaba cansándose de él.

Sin embargo, no era el momento adecuado para dar rienda a sus deseos. Aiden estaba a unos metros y su hijo era especialista en interrumpir esas situaciones subidas de tono. Ahora que caminaba, podía entrar en otras habitaciones y si se ponía en puntas alcanzaba el pomo de las puertas.

Se estaba volviendo un pequeño terremoto y Robert aplaudía cada una de sus ocurrencias. El orgullo brillaba en sus ojos con sus logros y progresos. Para Abby solo eran una prueba de lo rápido que estaba creciendo y se le encogía el corazón al pensarlo.

—Más tarde. —le prometió. Tenía que terminar el pastel y poner en orden la cocina.

—Vale. —le dio un último beso y volvió al sillón para ver los dibujos animados de Aiden.

Flores para AbbyWhere stories live. Discover now