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—¿Necesitas ayuda, preciosa?

—No, cariño. —la castaña le sonrió y siguió en lo suyo. —Creo que ya está todo listo.

Robert paseó la mirada por las bandejas de comida y las copas de vino que ya estaban dispuestas en la gran mesa. Dentro de poco llegarían todos los invitados y arrasarían con el festín.

Sintió un jalón en su pantalón y se topó con Aiden extendiendo sus brazos hacia él. Estos últimos días en que se habían reencontrado nada podía separarlos. Ni siquiera Abby conseguía que le diera un respiro.

No es cómo si le molestara tampoco. Adoraba a su hijo y puesto que se había perdido muchos momentos especiales con él no quería desperdiciar ni un segundo a su lado. Lo cargó y lo estrechó con fuerza. No iba a permitir que volvieran a separarlos por nada del mundo.

—Dispusé una habitación en el piso inferior por si los niños se quedan dormidos. —anunció la señora Campbell entrando al comedor. Había sido muy amable al invitar a su familia a ese día de Navidad.

—Gracias, mamá.

El timbre los interrumpió y él se dirigió a abrir la puerta antes de que Magnus empezara a ladrar y desesperarse. Su perro se había hecho tan social que disfrutaba lanzarse a las demás personas para lamerlas y conseguir que lo acariciaran.

Abby y Martha lo malcriaban asiduamente y todo su entrenamiento se estaba yendo a la basura. Pero no podía culparlas, Magnus era magnífico y sabía ganarse a la gente.

Robert y Aiden recibieron a todos los Harper con una sonrisa y los dejaron entrar a la mansión. Ya se habían reconciliado y debía admitir que estar tan alejado de sus padres le había afectado. Los quería mucho y no se había portado bien con ellos los meses pasados. Por suerte un par de disculpas y un abrazo solucionaron sus problemas.

Con sus hermanas había sido más dramática la reconciliación.

Las tres se habían tirado a sus brazos llorando y llenándolo de besos en toda la cara. Había sido imposible quitárselas de encima así que no alargó el placer que le provocó verlas tan arrepentidas y decidió darles una tregua. Ya en el futuro se desquitaría con ellas.

Para su sorpresa, Abby había tenido razón al decirle que Nancy había cambiado y ahora se mostraba más relajada con cualquier adversidad. De alguna manera, Paul había logrado domar a la bestia y parecían dos adolescentes enamorados otra vez. Él no sabía todos los detalles de sus problemas maritales pero al parecer ya habían atravesado lo peor y estaban completamente renovados.

Lo primero que hicieron fue repartir los regalos y pasar el rato charlando en la sala. Después, como la mayoría estaban ansiosos por probar la cena, se desplazaron al comedor.

Los cupcakes de avellana y chocolate fueron lo primero que se acabó. A sus sobrinos les encantó el postre, pero aún así le hicieron espacio al pavo y puré de patatas que fueron los protagonistas de la cena. Abby se había lucido en esa ocasión y todos alabaron sus habilidades culinarias.

Los pasabocas, la ensalada y los otros acompañamientos también fueron elogiados pero el favorito de todos fue la tarta de calabaza que hizo con toques de nueces. Era por lejos la mejor receta que la castaña había preparado hasta el momento.

A Robert le gustó compartir aquella fecha con toda su familia reunida. En un instante de su vida creyó que le gustaba la soledad y tranquilidad que le daba su apartamento de soltero pero había estado muy equivocado.

La experiencia ya le había demostrado que encerrarse en sí mismo no era positivo. Jamás cambiaría aquel bullicio y caos que representaban los Harper de nuevo. No había nada más significativo que amar y dejar que lo amaran.

Flores para AbbyWhere stories live. Discover now