9.-

2.7K 378 77
                                    

Roier se quedó quieto sintiendo su mejilla palpitar dolorosamente. El único sonido que se oía era la del agua caer y la respiración de ambos.

Con la mano temblorosa tocó la piel que ya se volvía roja y seguramente, más tarde, hinchada.
El sabor metálico de su propia sangre rozaba sus papilas gustativas como recordatorio de lo que acababa de ocurrir.

-Sal- dijo entre dientes sin mirarlo.

-Roier, cariño- Spreen levantó la mano para tocarlo.

El levantó antes la suya y puso en su cuello el borde de la navaja de afeitar.

-Sal- volvió a repetir y no le importó que el filo dejara una leve línea roja.

El beta solo cerró los ojos un minuto y se dio media vuelta.

-Dejaré que tu mente se calme y después hablamos, tienes mucho que explicarme- salió dando un portazo a la puerta del baño.

Roier apagó la ducha rápidamente y corrió a la puerta cerrándola con el seguro por dentro.
No faltaría mucho para que su madre entrara a hacerle un escándalo, y sabiendo que su cuarto ya no tenía la privacidad de antes, prefería estar así, al menos, hasta que su madre se aburriera.

Tomó la toalla, la envolvió en su cadera y se deslizó por la puerta hasta quedar sentado en el piso. Se llevó las manos a la cabeza y suspiró. ¿En qué se había convertido su vida?. Todo se había salido de control y lo que más le molestaba es que la piel aún le picaba en los lugares que Cellbit había tocado o besado. No podía negar que se sentia mejor que cuando Spreen lo acariciaba. No se imaginaba como sería si el tuviera acceso a todo su cuerpo, a tocarlo con libertad. El solo pensamiento lo hizo estremecerse, sacudió la cabeza intentando quitar esos pensamientos de su mente.

Efectivamente, tres minutos después de que Spreen dejara su casa, los golpes en la madera y los gritos de su madre se hicieron oír. Y por el volumen, de seguro todo el vecindario se enteraría. A estas alturas, que degradara su imagen a "prostituto", como le estaba llamando, era algo insignificante.

La debió haber escuchado por más de diez minutos, no se callaba y los golpes eran constantes, hasta que desistió y rato después salió de la casa, no sin antes romper más de un objeto en el camino.

Si las cosas seguian así su vida sería un suplicio.
Tendría que salir de allí lo antes posible. Se dignó a poner de pie para salir cuando su estómago volvió a dar problemas, terminando en el inodoro vaciando solo líquido. Para rematar, estaba enfermo.

Con esfuerzo salió del baño y se vistió dejando el cabello húmedo. Abrió el armario para buscar la maleta cuando miró la hora y recordó que día era.

Maldijo entre dientes. Su bolso se había quedado en la oficina y no tenía forma de contactar a nadie.

Suspiro y su mejilla dolió. Tenía que hacer algo con eso, no podía andar en toda la empresa con una marca morada en el rostro. Rápido agarró maquillaje que siempre tenía en caso de emergencias para ojeras y lo ocultó lo mejor que pudo, pero la verdad, utilizó más de lo que estaba acostumbrado.

Buscó algo de dinero que siempre tenía guardado en la mesita de noche y cambiándose los zapatos salió de la casa por la puerta trasera.

Su madre debía estarle esperando en la sala y él no lidiaria con ella ahora.

~~~~~~~~~~~

Llegó en 15 minutos y su gente lo esperaba en la puerta.

-¿Qué ocurre?-

-Lo sentimos- uno de los chicos se acercó casi con lágrimas en los ojos -No hemos terminado-

Roier se sintió culpable. Parte del trabajo mayor recaía en él y al ausentarse, fuera la razón que fuera, se atrasaban.

No Soy Tuyo, Gatinho || Guapoduo || (Omegaverse) Where stories live. Discover now