02. Un buen café

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Nuevo día en la bonita y problemática ciudad de Los Santos

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Nuevo día en la bonita y problemática ciudad de Los Santos. Eso significaba otra oportunidad para María de tratar de endulzarle el oído a su superior.

Llegó a comisaría a la misma hora, como ya le era habitual. Ahí estaba su amigo Volkov igual de serio como siempre.

—Buenos días, ruso.

—Buenos días, María.

Firmó su hora de llegada y se apresuró a dejar sus cosas en los vestuarios.

La mujer llevaba un bonito conjunto negro. Ser una de las comisarias tenía sus ventajas y uno de ellos era no ir con el uniforme.

Llevaba su pistola en su funda que colgaba de su cinturón, la acomodó y enderezó su placa que posaba en su pecho del lado derecho. Se dio un último vistazo en el espejo de los vestuarios y salió.

—¿Que haremos hoy? — dijo dando una palmada. Se subió las mangas de su camisa negra y miró a su amigo.

—Trabajar — escuchó detrás de ella. No era necesario voltearse para saber quién era.

—Buenos días, señor superintendente — dijo risueña.

El hombre solo la vio. Le dio un recorrido con la mirada, no le importaba si ella podía verlo a través de sus lentes.

Su cabello le llegaba un poco más abajo de sus hombros, era ondulado y de un bonito color café. Parecía que estaba cepillado. Sus ojos miel eran bastante expresivos. Conway inhaló de manera discreta, percibió el exquisito y dulce perfume de la mexicana.

Olía bien.

Bastante bien.

—Buenos días — contestó cortante.

Detrás del mostrador había una cafetera y distintas cosas para prepararse café. Conway se acercó a ahí y empezó a prepararse el suyo.

—¿Me puede hacer uno a mí también? — Conway no se giró por completo, la vio sobre su hombro, sin ninguna expresión, como siempre. María alzó las manos de manera inocente y le dio una sonrisa — era broma.

Volkov tuvo que retener bien una carcajada por la cara de susto de su amiga.

El ruso y la mexicana estaban hablando de cosas triviales mientras que Conway seguía preparando su taza. Se quedó un segundo pensando en lo de hace un par de minutos.

¿Sería buena idea hacerle un café a María? Sabía perfectamente cómo le gustaba, con leche y con suficiente azúcar como para no sentirlo tan amargo.

Hizo una mueca ¿como le gustaba el café así? Era mejor que tomara chocolate caliente si tanto le gustaba lo dulce.

Empezó a prepáralo y se lo entregó sin decir una palabra.

Volkov y María dirigieron su vista hacia el super y luego hacía el café que reposaba en el mostrador. Los dos se quedaron callados.

—¿Es para Volkov? — preguntó María. No era claro para quien era ya que lo había dejado entre ambos.

—Es para ti — dijo obvio e irritado. Le dio un sorbo a su taza y apuntó el otro café — ¿no me habías pedido uno?

María no ocultó su sorpresa. Sus labios estaban entreabiertos y Conway lo notó.

¿Cómo no iba a notar esos labios rojos?

—Sí, pero pensé que... — luego se quedó callada por un segundo y vio a su amigo que estaba enfrente de ella quien tampoco entendía nada — gracias.

Conway no contestó.

Sin esperar otra cosa, le dio un buen sorbo a su bebida caliente. Ella sonrió al notar que estaba preparado tal y como le gustaba.

—El café está igual de bueno como alguien que conozco — soltó María viendo de reojo al super y le dio otro trago al café.

Conway sabía que esa indirecta era para él.

Y una pequeña sonrisa se asomó por los labios del mayor. Para mala suerte de Volkov y de María, ninguno la vio.

—No te acostumbres — dijo Jack con su usual voz grave — no te haré más.

Ella soltó una risa.

Tomó su café y se enderezó por completo.

—Iré a trabajar para que me siga consintiendo — le guiñó un ojo con una sonrisa.

Conway solo la vio en silencio.

—Nos vemos, Volkov — se despidió de su amigo y luego miró a su superior — lo veo luego, superguapo.

Y antes de que alguno pudiera responder ella salió a paso rápido entre risas.

—Me sorprende su imaginación para coquetearle — dijo Volkov viendo cómo su amiga salía de comisaría.

Conway fingió no darle importancia, pero en el fondo le gustaba llamarle la atención a esa comisaria.

—¿Por qué le sirvió café?

Conway miró a su compañero. Su amigo parecía realmente sorprendido. Jack siempre trataba de evitarla, pero no pasaba desapercibido por el ruso que le daba pequeños detalles, como el café en esta ocasión.

—Porque me lo pidió.

—Conway — lo llamó como si fuera obvio — usted no me sirve café.

—Porque no me lo has pedido — dijo tratando de ocultar su preferencia hacia la mujer.

—¿Entonces si...?

—No — respondió cortante.


—No — respondió cortante

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Pretty || Jack Conway Where stories live. Discover now