08. Secreto a voces

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Un par de semanas habían pasado desde su bonita cita

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Un par de semanas habían pasado desde su bonita cita.

Y todos en comisaría sabían que el superintendente estaba perdido por la mexicana.

Aunque claro, nadie decía nada.

Era un pequeño secreto a voces.

Era bastante gracioso la manera en la que la miraba y felicitaba por hacer la mínima cosa en el trabajo, hasta que Jack miraba a los demás con esos ojos fríos que lo caracterizaban y todos salían corriendo de su vista.

María seguía siendo igual que siempre. Soltaba bonitos piropos a los cuatro vientos sin importarle nada.

Amaba ver cómo Jack trataba de evitar sonreír.

—Ay su pinche madre — habló la mexicana acercándose a Jack que lo estaba regañando con sus típicos gritos. El policía puso atención a lo que hacía la mujer olvidando el por qué el superintendente le estaba gritando — ¿de que vitrina salió, muñeco?

Después de decir eso, escuchó la carcajada del agente, de inmediato recibió una mirada llena de enojo de parte de Conway y el pobre policía salió huyendo.

María le dio una mirada juguetona tratando de guardar la reacción del superintendente.

Llevaba sus lentes oscuros pero desde la corta distancia que los separaba pudo notar como sus ojos se achinaron por la diminuta sonrisa que salió de sus labios.

—Tienes un trajecito muy bonito, María — con cada palabra que le decía bajaba su tono de voz — pero se vería mejor en el suelo de mi habitación.

Desde la primera parte de la oración las mejillas de María se habían enrojecido. Su corazón se aceleró al escuchar lo último.

—¿Así nos vamos a llevar? — le trató de seguir el juego María, con un ligero tartamudeo que hizo sonreír más a Jack — va, nomás no te me vayas a poner nervioso.



...



En lo que iba de la tarde solo se escuchaban risas discretas en comisaría y las contestaciones de la pareja.

El superintendente había vuelto de un asalto a una joyería que, por el sudor que empapaba un poco su pulcra camisa blanca, el robo había terminado en balas.

Cuando María tuvo la atención de Conway, ella fingió hacérsele agua la boca y soltó un suspiro.

—Tanta carne y yo a dieta.

Conway carcajeó y dio una vista a toda la comisaría. Todos los agentes los estaban viendo con atención para esperar su contestación y claro, por ello no estaban trabajando.

—¿Qué? ¿Vosotros no tenéis que hacer vuestro puto trabajo?

Todos fingieron acatar la orden sin moverse de esa área.

La mujer bebió de la botella de agua que tenía en su mano sin dejar de ver a su pareja.

—Te quiero, María — espero unos segundos para ver como a la mexicana se le achinaban los ojos por la sonrisa tierna y romántica, todavía teniendo agua en la boca y estando a punto de tragarla — pero no sé en qué posición ¿me ayudas a elegir?

La mujer se ahogó al no poder pasar bien el agua y empezó a toser de manera nerviosa.

—Mira, Conway — puso sus manos en la mesa de recepción, como si estuviera señalando algo muy importante — tienes tres opciones: te beso, me besas o nos besamos.

Conway la recorrió con la mirada y después fingió asustarse, colocando su mano en su pecho y dando un respingo.

María sonrió divertida con sus cejas fruncidas.

—Me asusta tu ropa ¿por qué no te la quitas?

Para este punto, ninguno de sus piropos tenía relación con el anterior, ahora era una especie de guerra para ver quien se ponía más nervioso primero.

—Nos están incomodando a todos — habló el ruso con un gesto de asco falso, pues en el fondo le gustaba que por fin Conway demostrara abiertamente sus sentimientos por ella — conseguiros una habitación.

Esos escasos segundos de interrupción por parte de su amigo le sirvieron para poder recordar y sacar sus frase más sucia que se le viniera a la mente.

María se acercó con cautela bajo la atenta mirada de los agentes.

Lo observó con atención y tronó la lengua con una confusión falsa.

—¿Seguro que no eres un helado? — le preguntó tratando de aguantar la risa pero le salió una tierna carcajada — porque se me antoja lamerte hasta el palo.

En toda la comisaría sonó una gran carcajada, proveniente de cada una de las personas del lugar.

Conway sintió un ligero cosquilleo en su área baja y cerró los ojos por un momento.

Ese le había encantado.

Entre tanto alboroto se le acercó al oído sin que nadie pudiera notarlo.

—Te espero en mi despacho en cinco minutos.

Cuando se alejó, María le guiñó un ojo totalmente sonrojada pero sin dejar de parecer juguetona.

—Como usted ordene, superintendente.




Ya no sé qué hacer, me bloquee bien cañón ajaja

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Ya no sé qué hacer, me bloquee bien cañón ajaja

Pretty || Jack Conway Where stories live. Discover now