04. Una noche medio difícil

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—Hijo de su pinche, perra, golfa, puta madre — dijo María en un susurro

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—Hijo de su pinche, perra, golfa, puta madre — dijo María en un susurro.

Estaba en su oficina. La puerta estaba cerrada. Tenía un bonito ventanal que daba a la calle, la persiana estaba abierta por lo que podía ver algunos edificios.

Dejó caer algunos papeles en el escritorio, sonando un golpe secó. Se sentó con brusquedad en la silla y se acercó de un movimiento al escritorio.

—Me va a dejar trabajando aquí toda la pinche noche — siguió hablando entre dientes — si no me gustara tanto ya me lo hubiera madreado al cabrón.

Tomó una pila de hojas y encendió su computadora.

—Y le voy a entregar todo bien hecho para que se le quite — tomó un lapicero y empezó a firmar y a escribir — nadie le hará los informes tan bonitos y limpios como yo.

Puso música para intentar relajarse.

—Soy bien pinche intensa y coqueta — terminó una hoja, la dejó de lado y empezó a escribir en la computadora con rapidez — pero nunca le ha faltado un pinche informe en su puto escritorio.

Siguió escribiendo y trabajando en silencio.

Después de unos minutos, Conway subió para llegar a su despacho, el de María le quedaba de paso y se detuvo a un lado de la puerta cuando escuchó el tono de llamada de la mujer.

María tarareo la canción antes de contestar.

—Hola, Horacio.

Conway se recargó por completo en la pared para escuchar con atención.

—No vengas a buscarme, no podré ir a la fiesta.

Hubo un silencio por parte de María, indicando que Horacio estaba hablando y que la mexicana lo estaba escuchando mientras hacía sonidos de afirmación.

—Conway necesita unos informes para hoy y tuve que quedarme — sonaba desanimada y por un momento Jack se sintió culpable — no te estoy mintiendo, ahora estoy en mi oficina terminando los pinches papeles.

Otro silencio.

—Ya sé que me dijiste de tus amigos que querías presentarme — dijo soltando una risita. Conway sintió una punzada de enojo en el pecho — pero tú ya sabes quien me gusta.

Y el hombre inconscientemente alzó su pecho con orgullo.

Se escuchó un pequeño sonido. Conway se asomó y vio que María dejó el celular en el escritorio y se acercó a un cajón, dándole la espalda a la puerta.

Pero, tía, ¡te ha dejado encerrada el viejo amargado! — se escuchó la voz de Horacio por el teléfono, lo había puesto en altavoz.

Escuchó la risa de la mujer.

A lo mejor no lo hizo queriendo.

Deja de defenderlo.

María soltó un suspiro y se sentó de nuevo.

Pretty || Jack Conway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora