•Capítulo Uno•

1.8K 225 24
                                    

-Yuji-

Itadori Yuji no era como la mayoría de los omegas.

No tenía un cuerpo pequeño y frágil, ni era tímido y delicado y sus feromonas no eran ni florales ni afrutadas. Tampoco se comportaba como tal, a diferencia de los demás omegas que pasaban sus días dedicándose a aprender a coser, cocinar y a satisfacer a un alfa, a él le gustaba hacer deportes y mantenerse en constante movimiento.

Por eso lo llamaban raro y escuchaba constantemente que nunca conseguiría un alfa. No es que le importara, si todos los alfas del mundo fueran idiotas que solo quisieran que los omegas durmieran con ellos por una noche o que los convirtieran en sus juguetes, Yuji pasaría toda su vida solo voluntariamente.

O eso es lo que siempre pensó hasta que lo conoció.

Fue en una tarde de verano mientras caminaba de regreso a su casa, el omega pelirrosado no tenía sus ciclos de calor correctamente, por lo que siempre llevaba consigo un supresor, por si alguna emergencia pudiera ocurrir y ese día realmente lo necesitaría.

Antes de darse cuenta, un calor insoportable lo golpeó y cayó de rodillas en el suelo, rápidamente agarró su mochila para tomar el supresor, pero antes de que pudiera, la bolsa fue tirada y mientras miraba a su alrededor, Yuji se encontró con cuatro alfas formando un círculo a su alrededor.

Sabía lo que estaba por pasar, pero no caería sin luchar y con las pocas fuerzas que tenía se puso de pie, listo para atacar a cualquiera que lo tocara, pero antes de que el peli rosa pudiera moverse, en un abrir y cerrar de un ojo, otro alfa había aparecido y había atacado a los demás, haciéndolos correr y dejar atrás al omega.

Cuando estuvo a solas con el alfa, un escalofrío recorrió el cuerpo de Itadori, dejándolo asustado de lo que ese hombre le haría. Aunque estaba en clara desventaja, Yuji no se inmutó ni retrocedió, sólo observó atentamente al extraño que lo ayudaba.

Alto; cuerpo fuerte y musculoso; cabello negro como la noche; ojos verdosos como un lago y lo que más llamó la atención fue una cicatriz en el lado derecho de su boca. Lo que le daba un aspecto horripilante y sexy al mismo tiempo.

El alfa se acercó lentamente a él y Yuji comenzó a verse afectado por las fuertes feromonas leñosas que liberaba en el aire. Con cuidado el hombre lo pasó a su mochila y el omega rápidamente lo tomó y aplicó el supresor que había dentro, en su estómago.

Unos minutos más tarde sus feromonas con olor a vino disminuyeron, permitiendo que el alfa con la cicatriz en la boca le preguntara dónde vivía y luego de que el chico le diera débilmente su dirección, con un movimiento de extrema habilidad y velocidad, el alfa lo colocó sobre su hombro, como si Itadori fuera un saco de papas y lo llevó por las calles de Sendai, como si estuviera acostumbrado a hacer eso todos los días.

Ese día el omega fue dejado en la puerta de su casa y antes de que pudiera agradecer al alfa, su hermano Choso lo recibió sumamente preocupado, impidiéndole decirle las palabras que quería al pelinegro.

Pasaron muchas semanas antes de que Yuji se volviera a encontrar con ese alfa, fue en un día que estaba haciendo compras para su hermano y al salir del supermercado el otro hombre estaba entrando. Ese día por fin logró agradecerle y saber su nombre; Fushiguro Toji.

Luego de ese encuentro, surgió una relación amistosa entre ambos, y cada uno reveló un poco de sí mismo al otro. Yuji se enteró de que el alfa vivía anteriormente en Tokio y que se había mudado a Sendai la misma semana que lo había salvado, que era cuatro años mayor que él y que no tenía muchos familiares.

El omega le dijo a Fushiguro que todavía era un estudiante de primer año de secundaria, que había vivido en Sendai desde siempre y que vivía con su hermano mayor, que era la única familia que tenía.

Aunque él era un alfa, a Itadori le gustaba estar con Toji, el no lo trataba diferente por ser un omega, tampoco era extremadamente cuidadoso con él, como si el chico fuera un cristal frágil a punto de romperse y así inevitablemente un fuerte vínculo los unió.

Un vínculo que poco a poco fue cambiando de forma, al principio fueron solo insinuaciones y susurros, que pronto se convirtieron en caricias y algunos besos robados y que terminó con una propuesta de noviazgo del alfa, durante el festival de verano de ese año.

Y así pasaron dos años en los que el amor del omega y el alfa creció vorazmente, haciéndolos inseparables.

Era verano y el omega pelirrosado estaba en su último año de secundaria, muchas cosas habían cambiado durante ese tiempo y la principal era que estaba saliendo con ese alfa que había llamado su atención desde el primer momento que lo vio. El chico estaba de vacaciones y había sido invitado por Fushiguro a viajar a Tokio con él y conocer a sus primas, Maki y Mai. Después de mucha insistencia a su hermano Choso, el alfa finalmente lo permitió y los dos pudieron realizar su tan esperado viaje.

Yuji nunca había estado en Tokio y para él todo era sumamente interesante; luego de conocer a las gemelas que eran primas de Toji, el omega le rogó al alfa que le mostrara la ciudad, y el hombre, incapaz de negarle nada al pelirosa, solo pudo aceptar su pedido.

Si Itadori fuera honesto, habría revelado que sólo quería pasar tiempo con su novio y que ver las atracciones de Tokio sería sólo un efecto secundario de estar con él.

Tanto alfa como omega se divirtieron ese día, visitaron atracciones turísticas, comieron, bebieron y disfrutaron de la compañía del otro, hasta que ya entrada la tarde cuando regresaban a la casa de la familia del pelinegro, Yuji se detuvo repentinamente.

Estaban cruzando la intersección más famosa de todo Japón y aún en medio de toda esa gente el omega peli rosa lo vio.

Alto; cabello tan blanco como la nieve y detrás de las gafas oscuras que llevaba, ojos tan azules como el cielo y el mar.

Su alfa destinado.

En el momento en que sus miradas se encontraron, los dos comprendieron en silencio lo que significaban el uno para el otro.

Sin embargo, ese entendimiento mutuo también pudo ser percibido por el alfa al lado de Itadori, quien apretó con más fuerza la mano que sostenía.

Omega y alfa, unidos por el destino, continuaron observándose atentamente, sin quitarse los ojos de encima en ningún momento. Entonces como si la burbuja en la que estaban estallara, Yuji miró a Toji y le sonrió, con una de sus sonrisas que tanto amaba el hombre de la cicatriz en la boca y se volvió hacia el alfa albino nuevamente.

-¡¡Le deseo toda la felicidad del mundo!!

Dijeron los dos al mismo tiempo, con las palabras más sinceras que pudieron desear.

Sonriéndose, por haber dicho la misma frase, alfa y omega se miraron por última vez a modo de despedida y luego continuaron su camino sin mirar atrás.

Junto al alfa que había elegido amar, Yuji caminaba hacia un futuro incierto, pero al que definitivamente había acertado al priorizar.

En su corazón, el omega sólo deseaba que tanto él como el alfa al que el destino lo había unido, fueran verdaderamente felices.

El Lazo Que Nos UneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora