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"BUENA IMPRESIÓN"
Enzo parece muy buen anfitrión, aunque yo era la única invitada, pero me hablaba de muy buena manera, sin esconder su sonrisa de lado. Me ofreció miles de cosas en estos quince minutos y si necesitaba algo. Debería estar pensando si decirle que no como carne, pero estaba tan embelesada mirándolo como hablaba, sus gestos y viéndolo de pies a cabeza cada vez que se levantaba a mirar por la carne en el asador.
Generalmente no me atraen muchas personas de manera que no le puedo quitar la mirada de encima, sin embargo Enzo lo estaba logrando, tenía un no sé que... Seguramente lo descubriría en el transcurso de esta noche.
—¿Necesitas algo? —cuestione al darme cuenta que se iba a marchar hacía el interior de la casa.
Enzo se detiene para mirarme y señalar con su dedo hacía adentro.
—No, no, solo voy a traer la ensalada.
—Puedo yo. —me adelanto para pararme de la silla.
Enzo me mira por mí acción con una sonrisa apretada.
—¿Segura? —asiento a punto de decir algo más cuando el habla—. Bueno, está bien. Si necesitas algo adentro, llámame.
Solo asiento e ingreso por la otra puerta grande que había para salir e ingresar, camino hacía la gran mesada que tenía en la parte de cocina. Allí me doy cuenta que hizo dos tipos de ensaladas, la clásica tomate y lechuga y otra de repollo colorado con zanahoria. Hizo el trabajo.
Observé alrededor de la mesada en busca de cubiertos, después de abrir el segundo cajón sonrío al ver que apenas tenía cuatro par de cuchillos, tenedor y cuchara. Definitivamente le faltaba rellenar muchas cosas. Los platos estaban en la esquina afilados, dos, puse los cubiertos encima y primero llevé las dos ensaladas a la mesa. Vuelvo en busca de los platos y veo que Enzo estaba sacando la carne en una fuente.
—¿Servilletas tenés? —pregunto un poco tímida porque no quería molestar su momento.
—Sí, creo que está arriba o en unos de los cajones. No recuerdo bien donde lo metí. —responde por detrás.
Asiento y sin más busco en las puertas de arriba que estaban todas vacías. Luego busco abajo donde tampoco la encuentro hasta que la halló en el último cajón de la alacena. Vuelvo afuera donde encuentro la fuente con toda la carne y siento un revoltijo en el estómago.
—Sentate, yo busco lo que falta.
Lo hago sin poder quitar la mirada de la mesa y luego la dirijo a Enzo quién se lo podía ver bien como buscaba algo entre las puertas de arriba. Vuelvo la mirada a la mesa.
