16: El ángel caído y Hades.

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16: El ángel caído y Hades.


Cuando Alana vio a Liam dedujo que era un hombre importante. Sí, era increíblemente guapo, pero de la clase que necesita guardias de seguridad. Fue ese detalle lo que no le gustó de Liam: la oscuridad. Sin embargo, no era oscuridad dentro de él, sino una que lo rodeaba. Alana podía ver cómo ese halo oscuro, tenebroso y dañino, lo empujaba hacia el fondo, a donde nadie podría llegar.

Alana tenía debilidad por los corazones rotos y las personas enfermas. Estudiaba enfermería y desde muy joven era voluntaria en un asilo de ancianos, entonces ella tenía una inclinación a repartir esperanza y rescatar a todo el que se dejara amar. Pensó, de manera inocente, que Liam Hayes podría ser salvado. Ella se encargaría de sacarlo de las profundidades donde nadaba y, seguramente, dejaría esa vida por ella.

Lo que cautivó a Liam fue su cuerpo caliente. Él estaba impaciente en una reunión y salió a fumar un cigarrillo, notando a la hermosa pelirroja de rizos alborotados. Botó la colilla y la persiguió. Pero lo que se quedó con Liam al mirarla a los ojos fue otra clase de belleza. La que se lleva en el alma. Una hermosura que atrajo a la oscuridad. Y, aunque sabía que estaba a punto de corromper un ser valioso, no lo pensó. Porque, ¿qué tenía de malo coquetear con la luz que emanaba de Alana? Quizá podría robar un poco para sí, y de esa forma no sentirse tan oscuro algunos días.

Ninguno venció después de eso. Alana descubrió que Liam no dejaría su mundo por ella; en su lugar la arrastró a su morada, un sitio donde las criaturas nocturnas no tienen reglas. Liam se dio cuenta de que la claridad no era contagiosa. De hecho, la luz se fue apagando, y quedaron en tinieblas. Como encender una sola vela para alumbrar toda una casa.

Sin embargo, se amaban. Ella decía que aún tenía tiempo de traerlo a la luz, y él creía que no habría consecuencias por andar entre el cielo y el inframundo.

El último día que Liam vio a Alana sería el recordatorio de lo que pasaba por mezclar la pureza con su mundo.

Ese día sería su primera escapada después de meses en cautiverio. Liam era precavido a pesar de que Alana lo acusaba de paranoico. Luego de que Brendan nació, triplicó la seguridad y compró el edificio en el que vivían. Lo convirtió en una base militar y lo equipó con lo que ella podría necesitar; todo con tal de que Alana no sintiera que era una prisionera. Pero eso sólo la hizo sentir más presa.

Liam le prometió que cuando naciera Arlene harían algo juntos. Dos meses después, Alana se encargó de recordarle su promesa. Y había pocas cosas que él no haría por ella. Dejar a La Hermandad era una, darle la espalda a sus hermanos. Apartarse de las torturas y olvidar su vida delictiva; de resto, ella podría pedirle el Central Park y él se lo daría, así tuviera que matar a la humanidad para conseguirlo.

Alana y Cara salieron temprano a preparar la cabaña para que Liam se desconectara un fin de semana. Sylvia, su asistente, se quedaría con los niños. ¿Lo mejor? Consiguió que Liam aceptara eliminar la presencia de guardias. Era una cabaña en un terreno privado. Protegida por una muralla, los Rotwailer y Pitbulls letales y entrenados. Cámaras de seguridad y unos cuantos metros más allá de la cabaña había un portón de seguridad, donde se hallaba una garita con un soldado retirado del ejército. ¿Qué más protección necesitaba?

Al llegar a la cabaña, Bullet —el soldado retirado— le permitió la entrada. Se dieron los buenos días y él preguntó con un tono seco, pero con la mirada amable, si habrían más visitas.

Alana respondió con una sonrisa ilusionada que no. Por el momento su esposo gruñón estaría en alguna reunión, pero que por la tarde el señor Hayes se uniría a ella. Serían por fin marido y mujer en un sitio lejos de los guardias, la sangre y la maldita oscuridad que se empeñaba en robar el alma de su esposo.

La niñera de Hades Where stories live. Discover now