Epílogo.

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Epílogo.

Su risa me golpea el pecho. Y la manera en que me mira me acelera el corazón.

—Nunca creí que diría esto, pero ¿podemos descansar un poco?

Está jadeando, con algunos mechones rizados pegados a su nuca producto del sudor.

—¿Qué pasa con tu aguante, Medusa?

Deja de reír y me saca la lengua. Levanto una ceja para enmascarar que su actitud infantil me divierte.

—Odio hacer ejercicios. ¿No podemos pasar al punto? —pregunta, gateando hasta mí. Estando a mis pies se pone de rodillas y sus uñas hacen un camino provocativo, que va en ascenso desde mi pantorrilla hasta el cordón que ata mi pantalón.

—Necesitas resistencia. Sino, todo esto será en vano.

Me mira sobre sus pestañas claras y parpadea en un intento de ser coqueta. Pero sé lo que está haciendo y se frustra al ver mi sonrisa arrogante porque no funcionará la táctica de seducción.

—¡Eres de piedra! —gruñe molesta, dejando caer su trasero sobre el tatami.

Suspiro y me pongo de cuclillas, acariciando su pómulo sonrojado por la actividad física. Solo eso es suficiente para que ella deje ir la molestia e incline su rostro para que continúe con la caricia.

—No soy de piedra. Tengo enfoque. Es importante que aprendas, Billie. Mi deseo sexual está por debajo cuando se trata de tu seguridad.

Resopla sin ganas, como si le estuviera imponiendo una tarea muy pesada. Al principio estuvo emocionada de aprender, pero cuando descubrió que parte de entrenar conlleva ejercicios para ayudarla con su rendimiento físico, así como la memoria muscular para dominar las llaves, la emoción se esfumó.

—Estoy cansada. ¿Podemos hacer otra cosa? —Vuelve a sonreír con picardia y, a pesar de que el esfuerzo me jode las cuerdas vocales, no puedo reprimir la carcajada.

—Pero no tan cansada para coger, ¿verdad?

Hace un puchero y se ve herida.

—No te burles… Te deseo… —Suspira, pero sigo viendo el dolor en sus ojos—. A veces creo que no te gusto.

Ella es carnal. Demasiado. Quiere sexo las veinticuatro horas al día. Yo no soy de ese tipo. No sé si es la costumbre o soy más analítico en vez de pensar en coger cada cinco minutos, pero lo arreglamos con juegos previos, sexo oral, y compré un par de vibradores como respaldo; no lo hemos utilizado, pero sé que llegará el momento y no veo nada de malo en que se dé placer… Siempre que yo sea su principal inspiración.

—No es así. Claro que me gustas. Tengo más sexo contigo de lo que he tenido en más de un año. Pero quiero que estés preparada para cuidarte.

Billie decidió no volver al campus y quedarse en el edificio, pero no quiere guardias detrás de ella. Accedió a que se mantengan a una distancia que les permita observarla, sin embargo, no para alarmar a sus compañeros. Mi condición fue mejorar su puntería, y como no puede entrar a clases con armas, que aprendiera a defenderse.

—Lo olvido. A veces olvido que eres diferente en ese sentido, que no estás desesperado por meter la verga en lo que se mueva.

Su sonrisa vuelve a su rostro y en un movimiento ágil se lanza en mi dirección, consiguiendo que caiga de culo, con ella a horcajadas sobre mí.

—Hay cámaras, ¿lo olvidaste? —pregunto cuando empieza a frotar su centro en mi bulto que se pone duro por la fricción.

—Vamos a darles algo para pensar por un rato —propone, todavía balanceando sus caderas, sintiendo que mi pene está de acuerdo con su idea.

La niñera de Hades Where stories live. Discover now