Reconexión | Genji x Kiriko | Overwatch

⑨. ❝𝗣𝗿𝗼𝗺𝗲𝘀𝗮❞

Kanezaka, japón. Una tranquila villa de gran valor histórico, donde la tradición y la modernidad se unen de forma acogedora. Mientras el sol pinta el cielo con tonos arrebol, al borde de las bulliciosas calles, en una zona poco concurrida, se encuentra un joven de vestimenta casual, luciendo un distinguido cabello verde, como símbolo de su naturaleza rebelde. Se trata de Genji Shimada, vistiendo una camisa blanca debajo de una chaqueta de chándal negra con patrones floreados y con el estampado de un feroz dragón recorriendo su espalda. Un pantalón y un par de zapatos deportivos de tonalidad gris oscuro completan su vestimenta. El joven mantiene uno de sus brazos descansando sobre la valla de madera contra la cual apoya su espalda de forma despreocupada. Mantenía su mirada fija sobre el gran torii que había al otro lado de la calle frente a él. Aquella antigua estructura fungía como entrada al santuario del pueblo, lugar en el cual el joven Shimada había pasado incontables tardes.

Pasados unos minutos, corroboraría la hora en la pantalla de su teléfono celular. Inmediatamente volvería a alzar su mirada, dirigiendo la misma hacia uno de sus costados. En la distancia, finalmente pudo distinguir una figura familiar; una joven vistiendo un uniforme escolar Sailor Fuku, que parecía correr en dirección al joven Shimada. Se trataba de Kiriko Yamagami, cuyo cabello verde recogido brillaba de forma especialmente radiante con los rayos del sol. Ondeaba una de sus manos en alto, buscando llamar la atención de Genji mientras se acercaba más a este. Por su parte, al verla, la comúnmente desinteresada expresión en el rostro del joven Shimada cambiaría a una claramente más expectante.

—¡Genji!—Le llamó la chica, en voz alta justo antes de detenerse frente a él.

—¡Yo!—Sería el saludo en respuesta del joven, alzando dos dedos de una de sus manos a la altura de su cabeza.

—Gomen... Casi llego tarde. Pasé a dejar mi bolso en casa.—La voz de la chica parecía algo apenada, solo para entonces volverse algo más pesada al empezar a quejarse abiertamente.—Hubiera estado aquí mucho más temprano, pero mamá insiste en que no dependa tanto de los poderes del Kitsune. Eso incluye aparecer al instante en donde quiera.

—Je descuida. Aunque Asa-sensei exagere un poco, nunca está de más ejercitar un poco las piernas, ¿No?—Le respondería el joven, con un tono amigable, mientras guardaba su celular en uno de sus bolsillos.—Y hablando de ello, ¿No querías ir a echar un vistazo a la tienda de antigüedades?

—¡Ah, cierto! ¡Vamos, vamos! El otro día vi cosas increíbles allí.—El tono de voz de la estudiante cambiaría de pronto, siendo ahora una sinfonía de emoción.

Así, sin perder tiempo, ambos se pusieron en marcha hacia su destino. Pasaron a través de un mercado cercano para acortar camino, aunque no pudieron evitar detenerse unos momentos para echar uno o dos vistazos a lo que vendían a su alrededor. El entusiasmo que Kiriko solía presentar ante aquello que le interesaba resultaba contagioso. Tenía una peculiar habilidad para encontrar belleza en las cosas más pequeñas y extrañas, un rasgo heredado de su abuela, seguramente.

Tras un rato algo más largo de lo esperado, finalmente habrían llegado a aquella tienda de antigüedades. Al entrar, el aire se notaba lleno con el aroma a madera vieja y metal pulido. El lugar era más grande por dentro de lo que el exterior dejaba ver. Montones de baratijas, equipamiento, adornos, libros, herramientas y demás objetos misceláneos se encontraban en exhibición, cubriendo el interior del local hasta el techo.

Kiriko, llena de emoción, se apresuró en apuntar a una vitrina, a través de cuyo cristal se podía apreciar una colección de kunais con grabados tradicionales en sus mangos.—Mira, mira. ¿No son increíbles?—La jovencita reprimía su voz para no hacer escándalo, mientras jalaba una de las mangas de la chaqueta de su contrario para asegurarse de atraer su atención.