CAPÍTULO NUEVE

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ALE



Salgo de mi casa abrigada. Hace dos días empezó Noviembre, y ya se empieza a notar el frío.

Camino hacia el metro, que está vacío por las horas. Mientras en mis auriculares suena "The great war", de Taylor, me siento.

Durante el trayecto, pienso en el campamento de voley al que nos han invitado. Yo creo que va a ser la leche, y que voy a poder pasármelo bien, pero un mensaje que llego a mi móvil corta todos mis pensamientos.

Es Lucía.

- Buenos días Ale

- He ido a tu casa y no estabas

- Es sábado, tu estás loca por madrugar tanto eh - me escribe

- No estoy en mi casaaaaaaaa

- q he salidoooooo

- vuelve esta tardeeeee - le contesto

- Valeeeeee

Dejo el móvil y sigo escuchando música. Ahora suena "August".

Bajo del metro cuando llego a mi parada, y subo a la calle.

Recorro las calles hasta llegar a un edificio con la fachada blanca, muy alto, y con un aspecto demasiado solitario. El hospital.

Cruzo las puertas de entrada y me dirijo a recepcion.

- Vengo a ver a Juan Rodríguez - le digo a la señora que se encuentra atendiendo. Ella me dirije una mirada despectiva por encima de sus gafas antes de buscar al paciente - Los menores no pueden entrar solos - dice, cuando lo encuentra.

- Ella si que puede entrar - dice una voz conocida detrás de mí. Me giro y veo a Ruth, una médica que me conoce muy bien. La que está atendiendo le dirije una mirada cargada de odio, pero asiente, y Ruth me lleva con ella.

Me da un abrazo rápido al que correspondo.

- ¡Ale, ya tenía ganas de verte! - dice, emocionada. Es una buena tipa - ¿Que tal te va?

- Bien, Ruth, ¿y a ti? - le respondo yo.

- Pues con mucho curro - dice, con cara cansada - ¿Vienes a verlo? - pregunta, a lo que asiento - Pues ven, que te llevo.

La sigo por los pasillos, hasta llegar a una sala blanca y amplia, donde Ruth me deja, diciendo que la llaman, y, después de disculparse mil veces por no poder quedarse conmigo, se marcha.

Entro a la sala que se me ha hecho familiar estos últimos 11 meses, donde he pasado largos ratos.

Hay una camilla de hospital, en la que está tumbado un hombre de cincuenta años aproximadamente.

Es bajo, y tiene el pelo marrón, corto, y los ojos del mismo color.

Está bastante delgado.

Me quito la chaqueta, quedandome en sudadera, y dejo la bolsa en la mesa que hay.

Cojo una silla y me siento al lado de la camilla.

Me tomo unos segundos para mirarlo.

- Hola papá - le saludo, pero no recibo ninguna respuesta.

un encuentro inesperadoWhere stories live. Discover now