Limites

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Narrado por Sesshomaru:

Después de dejar a Sakura en su nuevo hogar, nos dirigimos a la mansión. Durante todo el camino, Rin estuvo pegada a mi brazo. Al llegar, notamos un automóvil estacionado allí; Rin frunció el ceño, sin comprender quién podría estar de visita. Intercambiamos miradas confusas antes de adentrarnos en la casa.

En la sala principal, encontramos a Naraku. Nos miró en silencio.

-Quiero que ambos vengan a mi despacho -anunció.

Sin decir palabra, nos dirigimos a su despacho acompañados de Inuyasha, Byakuya y Kagome, quienes siempre protegían a Rin. Una vez dentro, Rin miró con indignación a su padre. Kikyo estaba sentada frente al escritorio, secándose las lágrimas con un pañuelo. Naraku estaba de pie a su lado.

-¿Qué hace ella aquí? -Rin habló con molestia en su voz e indignación por la situación.

-¿Por qué echaste a Kikyo, Rin? -preguntó Naraku, sosteniendo un vaso de whisky en una mano y posando la otra en el hombro de la mujer.

-Esa casa es mía. Ella no vivirá allí -respondió Rin con firmeza.

-Ella es la acompañante del kobun. Merece estar allí.

-Ella drogó al kobun, padre.

-¡Eso es mentira! -exclamó Kikyo, mirando a Naraku.

-¿Sesshomaru? ¿Tienes algo que decir? -Naraku me miró.

-Eso es cierto.

Kikyo miró a Naraku horrorizada. -Lo dice porque se acostó conmigo -dijo Kikyo.-Ella esta negando que él tenga derecho a tener acompañantes. ¿No es así? Dile lo mismo que me dijiste a mí -añadió, dirigiéndose a Rin.

-No tienes derecho a hablarme así, mujer insolente -le respondió Rin con determinación.

-¿Tú puedes y yo no? -Kikyo se puso de pie y la encaró. -Niña malcriada.

-Cuida tu lengua, estupida. No somos iguales. ¡Yo soy la mujer del futuro Oyabun y te exijo que me hables con respeto! -exclamó Rin.

Era evidente que Rin había heredado el temperamento de su padre. Su forma orgullosa y soberbia de hablar mostraba su madurez, a pesar de su edad.

-Lleven a esta mujer a la salida -ordenó Naraku, dirigiéndose a Inuyasha.

-Sí, señor.

Inuyasha tomó a Kikyo y la guió hacia la salida. Aunque no se resistió, Kikyo lanzó una mirada fulminante a Rin. Esta última sonrió con malicia, abrazando mi brazo y apoyando la cabeza en mi hombro viendo como Kikyo era echada de la sala.

Después de que Inuyasha escoltara a Kikyo fuera de la sala, un incómodo silencio llenó el despacho. La tensión en el ambiente era palpable mientras todos esperábamos a que Naraku tomara la palabra nuevamente.

-Rin, entiendo que tus sentimientos hacia Kikyo sean complicados -dijo Naraku finalmente, rompiendo el silencio-. Pero ella tiene un papel importante en nuestra organización, y su relación con el kobun es un asunto que debe resolverse.

Rin no parecía dispuesta a ceder. Su mirada desafiante se mantenía fija en su padre, como si estuviera decidida a mantener su postura.

-Padre, no puedo aceptar que alguien que drogó a alguien que consideramos parte de nuestra familia tenga un lugar aquí -respondió Rin con voz firme.

Naraku suspiró, pareciendo cansado por la situación. Se acercó al escritorio y se apoyó en él, mirando a Rin con una expresión que mezclaba preocupación y decepción.

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