Capítulo 46

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Forzar a mis ojos mantenerse abiertos fue posiblemente lo más duro que enfrenté

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Forzar a mis ojos mantenerse abiertos fue posiblemente lo más duro que enfrenté. Cada vez que levantaba mis parpados tan siquiera algunos milímetros, una irradiante luz blanca impactaba contra mi retina. Acostumbrarme no fue fácil, me tomé mi tiempo y cuando finalmente me sentí preparada, mantuve mis ojos abiertos, tan solo parpadeando en ocasiones forzando a mi vista a adaptarse.

Quedé confundida.

No era la luz de mi cuarto, ni del sol.

Era nada, estaba en la nada. Todo a mi alrededor era blanco.

—¿Hola? —mi voz resonó por todo el lugar.

Di unos cuantos pasos recorriendo con la mirada todo a mi alrededor, no había techo ni piso, tampoco suelo ni cielo. No estaba adentro ni afuera de un lugar.

«¿Morí?» Fue lo primero que invadió mi cabeza, y por más aterrador que fuese, es lo único que tenía sentido.

"Cubierta en desdicha quedará

abrazando la resiliencia,

que su destino marcado en

oscura eternidad quedará."

Volví a recitar la profecía en mi cabeza «Esto no es oscuridad. No en lo absoluto»

Me sentí desconcertada y aterrada a la vez. No había nadie y no sabía que era ese lugar. Cuando las personas mueren van al cielo, según la creencia de mi religión ¿Acaso era el cielo? Y de ser así... ¿En dónde estaban los ángeles con túnica blanca y aro arriba de su cabeza, o Dios?

Quería creer que había sido lo suficientemente buena al menos para ser feliz por el resto de la eternidad, y mi único consuelo era que al menos no tendría que entregar la tarea la cual no había empezado.

—No estás muerta, y no hay personas con túnica blancas ni aros —escuché una voz femenina detrás de mí.

Me giré lentamente, con mi corazón latiendo tan fuerte que temía que saliera de mi pecho. Retrocedí un paso de manera intencional al ver su rostro, al verla; y me convencí de que definitivamente había muerto.

—¿Gwen-Gwenhwyar? —pregunté, de manera temerosa.

Gwenhwyar sonrió cálidamente. Estaba frente a mí, más viva de lo que yo me sentía en ese momento, y no lucia como un zombi.

—Tranquila, no estás muerta, y yo no estoy viva.

—¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Cómo es que estamos teniendo esta conversación si tu estas muerta y yo estoy viva? ¿Qué está pasando? —exigí saber un poco más demandante de lo que planeaba sonar.

Su sonrisa se amplió y su mirada proyectó una calma que se transmitió hacia mí al instante, como si sus ojos me aseguraran que todo estaría bien. Pero, aun así, me sentía aterrada.

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