Capítulo 43

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―¡Emma! Has venido―exclamó al percatar su presencia. Se puso en pie y caminó hacia ella. ―No te quedes allí parada, toma asiento. Le acercó una silla y la ayudó a sentarse. Se sentó de nuevo en su silla frente a ella. ―Me alegra que hayas querido hablar conmigo. Empezaba a preocuparme que regresaría sin hacerlo.

―Perdón por mi comportamiento, me tomó por sorpresa tu aparición, no me lo esperaba.

―Lo entiendo. Tampoco sabía que te encontraría. Por cierto, me han contado lo de tu padre, lo lamento.

―Gracias. ―apartó la mirada de él y la puso sobre la mesa.

―Come, por favor. ―dijo ofreciéndose a servirle. Ahora recordaba lo atento que podía ser a veces. ―Estás más hermosa de lo que recordaba. ―Soltó él tomándola por sorpresa, cuando ella lo miró él le sonrió…aquella hermosa sonrisa suya que hasta a hombres cautivaba. Se aclaró la garganta y depositó el vaso de jugo de naranja sobre la mesa.

―Creo que debía decirlo antes, no he venido a verte para recordar nuestro pasado. ―la sonrisa se esfumó de su rostro enseguida.

―Ya no me contestabas los mensajes, suponía que volvías a estar enfadada conmigo. Pero te he vuelto a ver y…―puso su mirada en su mano―me he dado cuenta de que llevas un anillo y me imagino que no es uno cualquiera.

Emma miró el anillo en su dedo, apartó la mano de la mesa y él volvió a posar la mirada en ella. Ya debería saber que estaba casada, lo que no sabía era que se trataba de un matrimonio falso, en realidad no estaba casada, pero eso no podía decírselo, no si se suponía que ya no quería nada con él.

―Estoy con Henry, el CEO de la compañía.

―Ah―asintió alternativamente como asimilando la información―, no está mal. Parece buen tipo. Entonces, supongo que debo admitir que perdí, llegué tarde.

―Leom, no te contesté a los últimos mensajes porque asumí que no me querías.

―¿Por qué dices eso? ―preguntó inclinándose sobre la mesa.

―Era obvio, pero lo que sentía por ti me hizo ignorarlo y confiar en que todo estaría bien, que estaríamos juntos al final. Pero si eres honesto reconocerías que casi nunca me escribías, y si lo hacías era solo para contestar a mis mensajes, no te molestabas ni en hacerme ni una sola pregunta, al parecer solo querías complacerme, y sigo preguntándome si nuestra relación en Canadá fue forzada, porque así lo querían nuestros compañeros, o porque realmente tenías alguna pizca de sentimiento por mí porque yo sí, y no dude en confesártelo.

Féodal no dijo nada en seguida, se incorporó y se pegó a la silla.

―Lo siento. ―Emma volvió a acordarse de aquel detalle suyo, siempre se disculpaba. ―Lamento si te hice sentir todo eso, lo único que intentaba era no lastimarte. ―ella lo miró confusa mientras empezaba a sentir un nudo en la garganta.

―Entonces…¿nunca me quisiste en todo ese tiempo?

―Eso suena muy fuerte contando el tiempo que estuvimos juntos. Soy una persona que viaja constantemente y en cada viaje conozco a gente, si me disponía a enamorarme de las mujeres que me gustaban acabaría perdiendo. Y contestando a tu pregunta, sí me gustabas mientras estábamos juntos, pero no creía que esa relación pudiera continuar después de que nos separásemos. Soy de los que prefieren no apegarse a nada ni a nadie, solo de esa manera evitas sufrir, por eso tal vez sentiste que no lo daba todo en nuestra relación. No quería lastimarte, quería que te olvidaras de mí con normalidad, por eso fue que no te escribía mucho o parecía que solo te contestaba a los mensajes. Sin embargo, cuando dejaste de escribirme, al principio me sentí aliviado, lo había logrado, pero empecé a extrañarte, quería volver a hablar contigo, a verte, estaba dispuesto a buscarte y ver si podíamos encontrar alguna solución, si podíamos estar juntos, pero he llegado tarde.

―Entonces esa era tu estrategia―murmuró.

―Algo así. Y ya no puedo pedirte que te quedes conmigo, tal vez si hubiese llegado un poco antes…―soltó aire.

―¿Recuerdas que una vez te confesé que desearía encontrar a alguien como tú si resultaba que no podíamos estar juntos? ―Féodal pareció recordarlo y se asomó una sonrisa fugaz en su rostro, debía sentirse orgulloso.

―Por supuesto que sí, cómo olvidarlo.

―En Henry encontré a esa persona, incluso encontré más de lo que necesitaba y no puedo permitirme perderlo por nada del mundo, lo amo―dijo sorprendiéndose a sí misma. Él se la quedó mirando. ―Vine a verte para que tuviéramos claro en qué situación se encontraba nuestra relación. Y a pesar de todo quiero que sepas que no me arrepiento del momento que tuvimos juntos, fue una experiencia que necesitaba, lamentablemente no pudo ser, y como encontré lo mejor para mí espero que tú también puedas encontrar a alguien que te corresponda. Eso es todo, si no tienes nada más que decir, creo que es momento de que me vaya.
Féodal seguía en total silencio, qué más podía decir, estaba todo claro, él había llegado tarde y ella había encontrado a alguien que lo diera todo por ella. Lo que lamentaba era no haberla podido demostrar cómo era realmente ser amada por él, algo de lo que se arrepentiría el resto de su vida.

―Tienes toda la razón. Si lo que quieres es que no interfiera en vuestra relación, prometo mantenerme al margen, yo solo quiero que seas feliz, es lo que siempre deseé de hecho, pero si en algún momento me necesitas, por favor no dudes en hacérmelo saber, entretanto que no encuentro a esa persona especial en mi vida siempre lo serás tú.

Emma lo miró sorprendida por sus palabras, nunca antes le había hablado de aquella manera, ahora parecía más suelto hablando de sentimientos.

―Me voy entonces.

―¿No tomarás el desayuno conmigo?

―No, gracias, tengo que irme. ―dijo poniéndose en pie. Él se puso igualmente en pie y corrió tras su silla.

―Permítame. ―apartó la silla hacia atrás y la dejó abandonar la mesa. ―Te acompaño a la salida. ―se ofreció y ella no encontró la manera de negarse. ―Si te vas a la compañía podemos ir juntos, ¿qué te parece? A menos que tampoco podamos hacer eso.

―Mario está esperándome fuera, pero gracias por el ofrecimiento.

―¿Te ha traído el asistente de tu esposo? ¿es que no confía en ti? ―ella lo miró molesta.

―No es eso, es por algo que no te puedo contarte. No tiene nada que ver contigo.

―Perdona mi imprudencia. No creo que estuvieras con él si no confiara en ti.

Emma se apartó de la mesa y caminó hacia la puerta, pero entonces sintió que se mareaba y tuvo que detenerse. Féodal se precipitó a tomarla por la espalda.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó preocupado. ―Creo que deberías sentarse.

―No, no, se me ha pasado, me encuentro bien.

―¿Estás segura?

―Sí.

―Entonces permíteme acompañarte hasta el coche.

Ella accedió y él la acompañó hacia la salida donde le esperaba Mario dentro del auto. Cuando éste los vio acercarse se bajó del auto para acercarse a abrirle la puerta a la chica.

―Buenos días señor Leom.

―Hola Mario. ¿Cómo está?

―Bien. Gracias.

Féodal ayudó a la chica a subirse en el auto y luego cerró la puerta.

―Los veo después. Conduzca con cuidado―le dijo al chico.

Mario se subió de nuevo al auto y puso éste en marcha.

―¿A la compañía o a la casa?

―A la compañía por favor, necesito ver a Henry―dijo soltando un suspiro ansioso, quería cuanto antes decirle que no había nada de qué preocuparse, que lo elegiría siempre a él.

La protegida del CEOWhere stories live. Discover now