"Proceso"

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Luego de esa conversación en el hospital, Máximo no tardó en actuar

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Luego de esa conversación en el hospital, Máximo no tardó en actuar. A pesar de nuestra tensa relación, cuando se trataba de actuar, él no perdía el tiempo. Recuerdo despertar en mi habitación en la casa de los Ferratti, completamente desconcertada. Habían pasado solo unas horas desde que Máximo había salido de mi habitación en el hospital, y ahora estaba de vuelta en esa inmensa mansión, en una cama increíblemente cómoda y rodeada de lujos.

Una mujer vestida con un uniforme de enfermera entró en la habitación, sonriéndome amablemente. —Hola, soy Marta, tu enfermera privada. El señor Ferratti me contrató para cuidarte durante tu embarazo.

Tomé un momento para asimilarlo, todavía aturdida por todo. —Oh, hola. Gracias.

Máximo no apareció de inmediato, pero podía sentir su presencia en cada detalle del cuidado que estaba recibiendo. Cada vez que Marta venía a verme o me traían una comida, sabía que él estaba detrás de todo. A pesar de la distancia entre nosotros, este gesto me demostraba que aún le importaba, al menos en lo que respecta al bienestar de nuestro bebé.

Al atardecer, la puerta se abrió suavemente y Máximo entró. Se veía más relajado, aunque todavía había una tensión palpable entre nosotros. Se acercó y se sentó al borde de la cama.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, evitando mirarme a los ojos.

—Estoy bien, gracias a todos los cuidados —respondí, agradecida pero todavía un poco incómoda.

Hubo un breve silencio entre nosotros, y finalmente, Máximo habló. —Sé que cometí errores, Lorena. No debería haberme alejado de ti. Estoy haciendo lo mejor que puedo para remediar eso.

Las palabras flotaron en el aire mientras luchábamos con nuestras emociones. Era evidente que ambos estábamos heridos y confundidos, pero por primera vez, sentí un atisbo de esperanza de que podríamos superar esto juntos. En ese momento Ana entro con una enorme caja color negro, y un moño rojo la adornaban.

—Cariño, esto es para ti —dijo Ana entregandome la caja.

No perdí tiempo en abrir la caja, pero después me arrepentí enseguida. Mis manos temblaron  cuando vi el contenido, un fuerte escalofrío recorrió mi columna. La tela pequeña, claramente destinada para un bebé, estaba manchada con sangre. Sentí que me faltaba el aire y dejé caer la caja en el suelo, su contenido esparciéndose por la habitación.

Máximo se levantó de inmediato, con un gesto de horror en su rostro. —¡¿Qué es eso?! —exclamó, mirando a Ana con incredulidad y enojo.

Ana, igualmente horrorizada, levantó las manos en defensa. —No sé cómo llegó eso aquí.  La caja estaba en la puerta y decía el nombre de Lorena.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras trataba de comprender lo que estaba viendo. —¿Es una amenaza? ¿Quién haría algo tan cruel?

Máximo tomó el teléfono de inmediato, llamando a seguridad. —Quiero una revisión completa de la propiedad, y averigua quién dejó esta maldita caja. ¡Ahora!

Inocencia interrumpidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora