"Llegada"

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La alegría y la felicidad llenaron el aire después de la emotiva ceremonia de boda, pero de repente, todo cambió

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La alegría y la felicidad llenaron el aire después de la emotiva ceremonia de boda, pero de repente, todo cambió. Un dolor punzante y agudo en la parte inferior de mi abdomen me golpeó como un relámpago en medio de un cielo despejado. La intensidad de la sensación me hizo tragar un grito, y sentí cómo el pánico me inundaba.

Máximo, al ver mi expresión de angustia, se precipitó hacia mí. —¿cariño, qué está pasando? —susurró con preocupación, sus ojos buscando respuestas en los míos.

Traté de hablar, pero otro espasmo de dolor me cortó las palabras. Agarré su brazo con una fuerza desesperada, y en su mirada, entendió que algo estaba terriblemente mal. Abigail y Ana, conscientes de la gravedad de la situación, se acercaron corriendo.

—Lorena, ¿te encuentras bien? —inquirió Abigail, con un tono de alarma vibrante en su voz.

—Estoy... estoy asustada, algo va mal —murmuré, luchando contra las lágrimas que amenazaban con inundarme.

Ana tomó mi mano temblorosa y la colocó sobre mi abdomen, donde mi bebé estaba. Sentí un movimiento débil, pero la expresión preocupada en su rostro me indicó que algo no estaba en orden.

Máximo, sin perder un segundo, llamó a uno de sus hombre, pidiendo uno de los autos. Mientras esperábamos ansiosos, el dolor persistía, y yo me encontraba al borde de un abismo de ansiedad y temor. Mi hijo aún no estaba de tiempo, solo tenía siete meses de gestación. ¿Qué estaba pasando? Las lágrimas rodaron por mis mejillas mientras luchaba por mantener la calma en medio de la tormenta que estaba arrasando mi mundo.

El coche aceleró por las calles, los neumáticos rechinando contra el asfalto. Cada segundo parecía una eternidad. Máximo me tomó de la mano, tratando de ofrecerme un poco de consuelo con su presencia.

—Todo va a estar bien, Lorena. Nuestro hijo es un luchador, igual que su madre. No estás sola en esto —sus palabras, aunque reconfortantes, eran apenas un susurro en medio del tumulto de mis pensamientos.

Sin embargo, en un giro inesperado, sentí una húmeda sensación en la parte inferior de mi vestido. Al mirar hacia abajo, un terror paralizante me invadió al ver manchas de sangre en mi vestido de novia. Mis ojos se encontraron con los de Máximo, y en ese momento, ambos entendimos la gravedad de la situación.

—¡Acelera! —gritó Máximo al conductor, su voz rasgando la tensión en el aire.

El vehículo se movió aún más rápido, zigzagueando entre el tráfico. Cada bocinazo, cada grito de los otros conductores, solo intensificaba la agonía del momento.

Intenté concentrarme en respirar, en calmar la tormenta de pánico que amenazaba con desbordarse. Máximo, sintiendo mi terror, me acercó más a él, envolviéndome con su brazo en un intento desesperado por ofrecer alguna forma de consuelo.

Y mientras el mundo exterior se convertía en un borrón, lo único que quedaba claro era la batalla que estaba por enfrentar, una batalla por la vida de nuestro hijo aún no nacido.

Inocencia interrumpidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora