"Devuelta a Nueva York"

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La mansión Ferrati estaba engalanada con luces brillantes, colores vivos y globos flotantes

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La mansión Ferrati estaba engalanada con luces brillantes, colores vivos y globos flotantes. Los ecos de risas infantiles y el bullicio de la fiesta impregnaban el aire. A simple vista, cualquiera hubiera pensado que era una fiesta de cumpleaños común y corriente. Sin embargo, para mí, cada detalle, cada rincón, me recordaba a ella.

Los gemelos, Nikolai y Alessio, estaban en el centro de atención. Vestían trajes idénticos, y aunque físicamente eran indistinguibles, sus personalidades comenzaban a forjar sus propias sendas. Nikolai, el travieso, siempre buscando la próxima travesura; y Alessio, el pensador, con una mirada reflexiva que iba más allá de su tierna edad.

Mis  familiares me felicitaban, me abrazaban y me decían lo afortunado que era. Y en muchos aspectos, lo era. Pero había un hueco, un vacío que no podía llenar. Lorena. Aunque había pasado un año desde su partida, la herida seguía siendo fresca.

Me escabullí de la multitud y fui al balcón. Necesitaba respirar, sentir el aire fresco. Desde allí, podía observar la fiesta desde lejos. Los gemelos estaban rodeados de amor y alegría, pero yo no podía evitar pensar en cuánto estaban perdiendo al no tener a su madre a su lado.

Recordé la última vez que vi a Lorena. Esa noche, había una mezcla de emociones en el aire. Alegría por el nacimiento de nuestros hijos.

La puerta del balcón se abrió, y Fabricio, con su presencia imponente, se unió a mí. Con una copa de whisky en la mano, me ofreció un brindis silencioso. Fabricio desde que Lorena murió se a vuelto más sercano a mi, como si temiera de algo . A pesar de nuestras diferencias y los desafíos que enfrentamos juntos, siempre supe que podía confiar en él.

—Es un día agridulce, ¿verdad? —dijo con voz suave.

Asentí, luchando por contener las emociones. —La extraño, Fabricio. Cada día, cada momento. Y aunque estoy rodeado de gente que me quiere y me apoya, siento que me falta una parte de mí.

Fabricio me miró con comprensión. —El tiempo tiene una forma extraña de curar las heridas. No borra el dolor, pero lo atenúa. Y aunque nunca olvides a Lorena, encontrarás una forma de seguir adelante por tus hijos.

Solté un suspiro profundo, sintiendo el peso de sus palabras. —Solo deseo que estuviera aquí, para ver a nuestros hijos crecer y compartir estos momentos conmigo.

—Quizás lo está, Máximo. De una forma u otra. —Fabricio dejó su copa en la barandilla y me miró a los ojos. —Los muertos nunca nos abandonan realmente. Siguen vivos en nuestros recuerdos, en las historias que contamos y en las acciones que tomamos en su nombre.

Pasamos un rato más en silencio, dejando que las palabras y las emociones se asentaran. A pesar del dolor y la tristeza, sabía que tenía que seguir adelante, no solo por mí, sino por Nikolai y Alessio. Eran mi mundo, y por ellos, haría todo lo que estuviera a mi alcance para protegerlos y amarlos.

Inocencia interrumpidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora