Capítulo 1: Gran jardin

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Torre Celeste, Kistam.

Mes cinco de 1106 d.c.

Hakim Koram.

Valor, sabiduría, justicia y prudencia, cuatro conceptos que la casa Koram había intentado plasmar en los corazones de sus habitantes desde que Hakam Koram, el segundo rey de Kistam, las estableció luego de tomar el trono tras el sacrificio de su familia, siendo este su lema más antiguo y poco utilizado por los ciudadanos, aun cuando se tratase de algo más que solo palabras. Valor, para prever todos los peligros y así enfrentarlos cuando llegan a ser irrevocables. Sabiduría, para reconocer la propia ignorancia humana y compartir el conocimiento con todo aquel que lo merezca. Justicia, para enterrar la endereza de quien busca hacer el mal y poder proteger al indefenso. Prudencia, para manejarse de manera cautelosa y evitar equivocarse. Valores que parecían rotos, o más bien que se habían convertido en cenizas que el viento podría llevarse con tal facilidad que nadie podía detenerlo.

Hakim Koram las había estudiado años atrás. Se maravilló al darse cuenta de la magnificencia de los pocos escritos que se habían rescatado luego del incendio en su castillo. La sabiduría plasmada en cada hoja, hechas por las manos de hombres llenos de conocimiento, dispuestos a compartir las mejores enseñanzas que una persona podía leer. Desde que tuvo uso de razón, la vida de los maestros y sabios de la fortaleza sembró en su interior una profunda admiración. Quería ser parte de ellos, caminar con la espalda recta y una expresión solemne. Añoraba ser parte del templo y destinar su vida al estudio y a la adoración de los dioses. Era su más grande objetivo, un deseo que sobrepasaba su capacidad de entendimiento. Sin embargo, en fechas actuales, veía esa posibilidad como algo lejano. Todo se había esfumado, tan rápido como la vida de un niño en pleno invierno, como tantos de los desprotegidos que se debatían en algunos rincones de la ciudad.

Ya no estaba seguro de si podría convertirse en una de esas figuras inalcanzables, dignas e intachables. Sus pensamientos se habían vuelto caóticos en los últimos años, su comportamiento dejaba mucho que desear también. Era capaz de mirar hacia atrás y reconocer su crueldad. Podía recordar también los sentimientos y deseos que se encargaron de derretir su cuerpo y derrumbar sus barreras. Conocía como era amar a alguien, destinar un espacio de su mente para una persona, cómo era sentir placer con el tacto de unas manos ajenas. No sabía si era capaz de renunciar a experimentar algo así otra vez, aunque su alma se encontrara destrozada.

Estaba convertido en lo que nunca pensó ser, un joven ansioso de tranquilidad y silencio y deseoso por volver al pasado, una etapa oscura pero relativamente cómoda. Hubo dolor, pero sus hermanos lo mimaban y se querían. Hubo pena, pero Valente y Varty le brindaban confianza.

Parecía que los últimos años, desde el inicio de los Senkitas, habían sido toda una eternidad que se comió la vida de muchos de sus conocidos, aun cuando sus cuerpos todavía siguieran repletos de sangre y el aire llenara sus pulmones.

Necesitaba un momento a solas, estaba tan cansado que apenas podía evitar quedarse dormido al caminar o permanecer de pie. Sus párpados pesaban, sus ojos color miel ardían y escocían. Siempre había sido de los que solo tardaban lo necesario al asearse, consideraba innecesario perder el tiempo remojándose en una tina, pero al convertirse en uno de los pocos espacios en privado con los que contaba, el bañarse se convirtió en algo realmente disfrutable. Se sumergía en el agua caliente y descansaba la vista, se recostaba y trataba de relajar sus músculos tensos. En ocasiones, la culpa lo invadía por querer olvidarse de lo que lo aquejaba; sin embargo, constantemente buscaba un lugar en el cual esa aura de oscuridad que envolvía el castillo se retirara por algunos instantes. Mientras avanzaba por los pasillos, evocó todas las veces en las que sus hermanos iban a su lado, en lugar de los sirvientes y los guardias con los que tenía que toparse ahora. Aborrecía la soledad aun cuando la había adorado en el pasado. Mirar los ventanales cubiertos por pesadas cortinas oscuras, le recordaban que el luto que con la llegada de la princesa Surem a Torre celeste se había olvidado, estaba de vuelta y de una manera más insoportable y fría.

Vientos de fuego y cenizas Where stories live. Discover now