Capítulo 2: La tarde de la traición de sangre

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Torre Celeste, Kistam.

Año 1091 d.c

Hasan Koram.

—Serás un gran arquero, solo debes practicar más, cariño —le había dicho Nissary, su madre, desde el palco de la arena de entrenamiento. Lucía preciosa con su vestido azul de manga larga, tan deslumbrante que era imposible apartar la vista de su rostro sonriente.

El entrecejo de Hasan se cerró más debido la concentración que se obligó a tener. Había fallado los últimos diez tiros al gran hombre de paja. No podía volver a fallar, no cuando su padre lo miraba también. Su padre, esa figura alta e imponente. Su semblante apenas marcado por ligeras arrugas le confería un aura de sobriedad que hacía que todo su cuerpo temblara. Era solemne, todo lo que él pensaba que un rey debía de ser.

Respiró hondo, pero con tranquilidad, tal como el general Valente le había enseñado en los días que pasó en su palacio en el puerto de Darsena.

»—Tienes que mantener la calma, de esta manera tus tiros serán más precisos —le decía.

Dejó salir el aire con lentitud y apuntó con paciencia. Cuando por fin pudo detener el temblor de sus manos dejó escapar la flecha, que por fortuna fue a dar directo en la cabeza del gran hombre de paja. Su corazón se detuvo por un momento y luego se volvió desenfrenado al escuchar el crujido del arma penetrando el blanco.

—¡Eso! —gritó su madre con alegría. Sus ojos casi desaparecieron con ese gesto festivo y verlo lo hizo realmente feliz.

Su padre, en cambio, solo se limitó a acercarse a él para tocar su cabeza con suavidad y después darle una palmadita en el hombro. No pudo evitar esbozar una leve sonrisa ante tal gesto de aprobación.

Hasan de seis años sabía que había pasado la prueba, que tenía la verdadera aceptación de su padre y del consejo, ya que, según sus tradiciones, el futuro rey debía ser el mejor arquero del continente.

—Hani es mejor que yo todavía, mejor de lo que seré nunca —dijo con su voz infantil a su padre—, ella es merecedora del trono.

Sus palabras sorprendieron al rey, seguro porque creía que al ser pequeño, no podía entender a que se referían al hablar sobre el trono. Pero lo entendía, perfectamente.

—Tú eres mi sucesor —le respondió su padre—, el hijo mayor, por ende, el trono te pertenece a ti. No a Hani.

«No a Hani».

Esas palabras lo llenaron de confusión.

—Pero ella usa mejor el arco —mencionó en voz baja, clavando sus ojos cafés en los del rey.

—Es una mujer —explicó—, ella encontrará un esposo y será parte de su nombre. Tú eres el futuro de nuestra casa al igual que Hakim, el próximo señor de Tekistam. Él tendrá que rendirte honores.

Hasan lo miró atentamente. Su padre nunca lo supo, pero escucharlo decir eso logró que su pequeño pecho se llenara de emoción.

 Su padre nunca lo supo, pero escucharlo decir eso logró que su pequeño pecho se llenara de emoción

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